El pasado 25 de enero, el Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática (INEGI) publicó los resultados del Censo 2020, luego de uno de los procesos de levantamiento de datos más complejos en su historia debido no solo a las restricciones de la pandemia, sino a la violencia que se vive en muchas zonas de nuestro país. Estos datos son importantísimos para el ejercicio de la administración pública y para la generación de investigaciones, diagnósticos que con suerte pueden incidir en la toma de decisiones y en la generación de nuevas políticas públicas.
Los datos para Hidalgo no resultan muy alentadores. Contrario a lo que pudiera pensarse en un estado cuya capital ha sufrido transformaciones estéticas que podrían interpretarse como una forma de desarrollo (aunque no lo son), las cosas en la entidad van de mal a peor. Hoy, hay poco más de 3 millones de hidalguenses (3,082,841 para ser exactos) que habitan en condiciones de extrema vulnerabilidad.
Hidalgo ocupa el octavo lugar en crecimiento poblacional y es una de las entidades que recibe a más personas de las que expulsa, pero ¿por qué este dato es preocupante? Bueno, pues como en una casa: tener a más personas de las que caben y de las que pueden aportar a su mantenimiento, siempre va a ser un problema.
Esta dinámica migratoria se entiende por el hecho de que hay muchas personas que se mudan a Hidalgo por cuestiones laborales y que lo hacen con sus familias, lo cual implica que, por una cabeza que trabaja, hay al menos dos que no lo hacen. Los datos lo dicen con precisión: hay 52 personas en edad de dependencia (que no trabajan, que no generan ingresos) por cada 100 en edad productiva.
Sin embargo, este no es un problema de las personas que deciden mudarse a Hidalgo, que eso quede muy claro. El problema es que somos uno de los estados con mayor decrecimiento en la economía nacional: en el último año la tasa de crecimiento económico fue de –12%.
Hidalgo nunca ha sido un estado que brille por generar oportunidades para la industria ni para la sofisticación de los servicios, por lo que depende en gran medida de los ingresos federales, lo que genera un problema para el diseño y la ejecución de los programas de salud, educación, cultura, etcétera.
El tema de la población lo es todo: entre más personas seamos, hay más densidad de población (mucha gente en poco espacio), los grupos en condiciones de vulnerabilidad lo serán aún más; los grupos privilegiados tendrán más privilegios y el gobierno tendrá más pretextos para justificar por qué no hay desarrollo en la entidad. Siempre que esta información no se use con inteligencia, los datos serán el recordatorio de que ya no somos los mismos y eso, tal vez, no sea lo mejor.