Sin duda, la transición en México, que dura cinco meses, es nefasta para los usos del poder político y mina el ejercicio de gobierno.
¿Qué interés tiene la ciudadanía en lo que pueda o no lograr el gobierno de Peña Nieto en los meses que le restan en Los Pinos? La respuesta es que si poco o nada le interesaba a los ciudadanos qué hacía antes el Gobierno Federal, ahora menos que un pedo en un huracán; más aún, el último informe de gobierno y la conmemoración del Grito de Independencia sólo fueron visibles por los memes en contra del actual presidente.
Sin embargo, así como a Peña Nieto le pesa la transición, no es menos para Andrés Manuel, quien al no tener el mando formal, se pasa haciendo eventos en dirección a su gobierno, que poco o nada calientan y que ya empezaron a ponerle piedras en el zapato, como que abre la boca y la caga, como aquello que señaló que “México estaba en bancarrota”, el fracaso de los foros de consulta educativa, o bien, las acusaciones que le han hecho de misógino y machista.
Negro panorama tiene la transición política en México, no gobierna el que está ni el que no está; cosa gris en la que ya no nos podemos mover, por lo que el cambio de mando tendrá que pactarse de otro modo, pues lo único que genera es incertidumbre e inquietud en un país que no encuentra el sosiego.
¿Quién gobierna, Peña Nieto o Manuelovich? Esa es la verdadera incógnita porque nadie sabe quién mierda gobierna; en los hechos ahora tenemos dos presidentes, por lo que todo queda en entredicho y lo único que rige es la incertidumbre ante el gobierno formal y ante la informalidad del tabasqueño, por lo que estamos en presencia del perro de las dos tortas.
Todo hace suponer que la Presidencia está en el limbo, metáfora que el ciudadano ha asumido por décadas.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.