Solo quedan unas horas antes de que las autoridades electorales decreten una veda electoral. Estas horas son muy vitales para los partidos, que sienten como una especie de carrera a contrarreloj para convencer a la ciudadanía una vez más de que sus propuestas son las mejor. Solo por esta ocasión, el tiempo es el único enemigo.
El centro de Ciudad Sahagún, en el municipio de Tepeapulco, se comienza a alistar detalles para uno de los últimos eventos que tendrá este proceso electoral, un proceso que ya amenaza con caer con el paso de los minutos, buena noticia para algunos y no tanto para otros. Solo que ahora aunado al tiempo, la lluvia también es un factor a vencer.
Pero para las huestes de Morena y Nueva Alianza, esto no es un impedimento para reunirse en la plaza Rodrigo Gómez, más bien es una especie de desafío abierto al estado del tiempo: si el viento sopla fuerte, las banderas guindas y turquesas se agitan orgullosas sobre el cielo nublado; si el agua cae más y más, solo sonrisas se dibujan sobre el rostro de la gente.
Afortunadamente, para muchos, hay una lona que guarece a todos los asistentes de estas inclemencias del tiempo. Bocinas que tocan a todo volumen huapangos mientras que unas zapateadas se escuchan en pleno escenario: un grupo de bailarines ataviados con sus coloridos trajes huastecos, sonríen y bailan sin parar, aun cuando no muchos prestan atención.
Una voz comienza a gritar consignas, el resto le sigue el paso. Una militancia morenista –la gran mayoría- agita sus banderas con orgullo, y las pequeñas manchas turquesas apenas son visibles, pero no por eso menos numerosas. Aquí parece que la época es otra: todos juntos, sin oportunidad a la sana distancia, al unísono expresando su fidelidad a ya-saben-quién.
Los últimos zapateados dan paso a gritos de júbilo cuando ven entrar a Navor Rojas y a Adelaida Muñoz al templete. Las banderas y las manos dan una sensación de estar atrapado en medio de una marejada guinda y turquesa. Ellos solo se limitan a sonreír y saludar, mientras que con sus miradas parecen decir a sus seguidores: todo estará bien.
La primera en tomar la palabra es Marisol Villanueva, suplente de Adelaida: aunque su mensaje es muy breve, solo agradece la confianza a Nueva Alianza, a la ciudadanía, y que a pesar que estas campañas resultaron un reto difícil, existe la confianza de que en los comicios de este domingo llegarán alzarse con la victoria.
El siguiente en responder ante la marejada guinda y turquesa es Miguel Ángel Pérez, el compañero de Navor. Sus palabras resultan ser una suerte de navajas en contra de la otra coalición, les dedica frases cortas, pero certeras, y sus asistentes responden con la misma violencia con la que hace sus afrentas, seguros que se encuentran del lado correcto de la historia.
Miguel Ángel les dice a la ya exaltada multitud que ya son muchos los que cuidan que la famosa Cuarta Transformación comience a echar raíces en Hidalgo, que sin duda ya son muchos los beneficiados y que ahora su tarea es cuidar las casillas desde un día antes de los sucios, corruptos, los que hacen ballurrería, de los mapaches electorales que pretenden quitarles su pedazo de pastel.
La gente le responde, airosa, con un “es un honor estar con Navor” y con un “eso, eso, eso, Navor en el Congreso”. El arsenal del candidato suplente no se agota, y ahora despotrica en contra de los que llamó “medios chayoteros”, que se dedican a denostar a la cuatroté, y sobre en contra de los gobiernos que no son de su partido, por el simple hecho de ser diferentes de ellos. Y al parecer, a la gente le gusta el tono belicoso.
Termina su diatriba diciendo que son más lo que quieren que el movimiento continúe, y llamando a que se defienda la causa morenista en las urnas, que acudan temprano a votar, y que está en sus manos hacer lo propio. La muchedumbre lo despide con un “Hidalgo, entiende, la patria no se vende”.
¿Qué podríamos hacer sin la alianza de Nueva Alianza?, se pregunta la dirigente morenista Sandra Ordoñez ante la multitud en su oportunidad. Presume que el movimiento que encabeza en Hidalgo es uno pacifico, y que a pesar de los pesares no se opaca la alegría de la militancia, y con cierta actitud retadora dice que “nos querían ver divididos, pero ya superamos esa etapa”.
Al igual que su antecesor, hace el llamamiento a que se haga el refrendo de la cuatroté en las urnas, que se rectifique el compromiso con ya-saben-quien, y sobre todo, que se asiente este movimiento en el estado; que las elecciones sean un día de fiesta, y que lo único que les puede lastimar es la simulación. Más porras.
Cuando Adelaida Muñoz da un paso al frente para dar su mensaje, la marejada turquesa grita su nombre con enjundia. Cual si fuera la primera vez que aparece en campaña, confiesa que el recibimiento resulta de lo más bonito, y que ahora que se encuentra reunida con los sectores populares les hace el siguiente juramento: no les vamos a fallar.
Alza su voz diciendo que es una persona adelantada al resto de sus contrincantes porque ya tiene definida su agenda legislativa, y que sobre esto llegará al Congreso local para presentar iniciativas de ley que se encargue de proteger a todos los sectores, especialmente a los más desfavorecidos, y que su meta como legisladora es terminar con la corrupción.
Pero no solo quiere arrancar con la raíz de la corrupción, sino que quiere rescatar lo que el país ha perdido, le causa cierto desengaño que la ciudadanía no entienda lo que la cuatroté quiere hacer con el país, pero que aun así llegará con pasos firmes para apoyar a los que más lo necesiten. El pueblo le termina coreando su nombre.
El mensaje de Navor Rojas representa el colofón de un evento marcado por la lluvia, pero con el ánimo intacto. Tras saludar a cada uno de los asistentes por su municipio de origen, les dice que este seis de junio hay de dos sopas: la de la coalición perversa y mala contra de la transformación del país. A la misma usanza de los cuentos de hadas.
Les imparte a los asistentes una breve clase de historia: les habla de cómo surgió Ciudad Sahagún para ser un polo de desarrollo, pero que por culpa de personajes perversos como Miguel de la Madrid y el temible Carlos Salinas de Gortari lo vuelve una especie de pueblo fantasma, y de lo importante que es respaldar a ya-saben-quien, por ser quien ahora hará resurgir esta región gracias al impulso del Tren Maya. Y la gente lo sabe.
Presume que Morena ha devuelto la mitad de su financiamiento para hacer que más vacunas contra el covid-19 lleguen al país, y que ahora le toca a la ciudadanía salir a las casillas para defender el voto, salir a tocar puertas, y conciencias para que la transformación siga. Y a manera de advertencia, Rojas Mancera anuncia que para el año que viene, la gubernatura será color guinda.
Los candidatos dan la espalda a la marejada, no por falta de cortesía, sino para tomarse la foto en señal de victoria, respaldando a una militancia, celebrando una fiesta electoral que por una extraña razón no se contó entre los invitados a los seguidores del Partido del Trabajo ni del Partido Verde. Esperemos que no hayan tenido contratiempos.