Una nueva forma de entender la educación

(Tomado del documento “Tecnologías digitales al servicio de la calidad educativa. Una propuesta de cambio centrada en el aprendizaje para todos” publicado por la UNESCO).

De acuerdo con los especialistas, las evaluaciones cualitativas se enfocan en variables a las cuales no se les puede aplicar métrica, es decir, no pueden ser descritas mediante números que den cuenta de su desarrollo o resultados. Este tipo de análisis es relevante por cuanto entrega información respecto del valor que le asignan los beneficiarios al programa y de los procesos que afectan los resultados, permitiendo así tener una mayor comprensión de los resultados observados.

Las evaluaciones cualitativas son claves para entender e incorporar la visión de los beneficiarios en la evaluación y son el mecanismo más apropiado para entender y evaluar los procesos sociales que rodean la implementación de un programa.

Dentro de las principales ventajas de este tipo de evaluaciones destaca su flexibilidad, rapidez en la recolección de datos y procesamiento de la información. Sin embargo, la subjetividad y falta de representatividad estadística de este tipo de evaluaciones hace difícil generalizar conclusiones a toda la población beneficiaria.

Una evaluación cuantitativa, en cambio, se centra en indicadores que son variables susceptibles a ser descritas en forma métrica, utilizándose diversos métodos estadísticos (desde una simple comparación de medias hasta otros altamente complejos) para conocer los resultados de cada iniciativa.

Dentro de sus atributos están la objetividad y la posibilidad de contar con información estadísticamente representativa. Los principales instrumentos utilizados para evaluar programas cuantitativamente son los registros administrativos, las encuestas y los test estandarizados.

Existen varios documentos, experiencias y organizaciones que en América Latina se han especializado en el desarrollo de diversas formas de seguimiento y evaluación de programas educativos.

No es el objetivo de esta sección hacer una revisión de esas opciones e instrumentos, sino llamar la atención sobre la relevancia de considerar, desde un marco amplio y conectado con los objetivos de calidad propuestos en las definiciones de cada iniciativa y proyecto, con mecanismos, recursos, e instrumentos que permitan a sus gestores y a los actores interesados, conocer del progreso y los resultados de las acciones propuestas.

Como se propuso en documentos previos, parte de las condiciones de la calidad educativa tiene que ver con la eficiencia y la eficacia de sus acciones, las que tienen un componente ético fundamental, porque la educación trabaja con seres humanos, con sus expectativas y oportunidades de desarrollo pleno.

Por lo mismo, la responsabilidad respecto de las acciones desarrolladas, de sus costos y resultados, son fundamentales, desde una perspectiva de la educación como derecho humano esencial.

Conclusión: Un nuevo paradigma

Se ha insistido mucho, y este documento comenzó así, en la premisa de que el desarrollo de las tecnologías digitales ha introducido cambios sustanciales en la sociedad del siglo XXI, modificando nuestra organización económica, las comunicaciones, las formas de acceder, crear y compartir conocimiento, las maneras de producir bienes y servicios, las formas de construir identidad, diluyendo fronteras, acercando a las culturas.

Pero todo ello ya sucedió, está irrefutablemente entre nosotros y la educación, por definición, trabaja sobre el futuro. ¿Es posible hoy prefigurar cómo será el futuro que vivirán, en 12 o 15 años más, las niñas y niños que hoy entran a nuestras escuelas?

Los análisis de tendencias y las predicciones han mostrado pocos aciertos. Algunas novedades que surgieron como un tremendo y prometedor salto adelante para la humanidad, desaparecieron en pocos años, cuando no meses, sin dejar rastro de su fugaz presencia entre nosotros.

Otras propuestas más humildes, a las que se prestó poca atención y sobre las que se puso escasa confianza, en cambio, se han desarrollado enormemente sin que, muchas veces, siquiera podamos explicar las causas de esa penetración, crecimiento e impacto.

Aun con esa advertencia, parece importante hacerse la pregunta acerca del futuro. Todo parece indicar que el paradigma educativo industrial, el que suponía la entrega de un cuerpo de contenidos fijos a un conjunto de estudiantes que debían ser, como vasijas vacías, llenados por profesores transmisores de ese conocimiento, a un mismo ritmo y tiempo, está en una larga agonía.

La falta de resultados educativos de calidad, que satisfagan los requerimientos y expectativas de los miembros de nuestras sociedades, parece cada vez más consecuencia de un sistema educativo que no responde a las características de los niños, niñas y jóvenes con que trabaja, ni entiende las necesidades de la sociedad en que se encuentra inserto.

El conocimiento humano crece a una velocidad vertiginosa, haciendo inútil todo esfuerzo de atraparlo, condensarlo y menos aún, hacer que sea aprendido (memorizado) por los estudiantes, mientras tampoco es claro que, aunque se pudiera, eso representara alguna ventaja.

Ese conocimiento, gracias al desarrollo de las tecnologías digitales, está hoy prácticamente entero disponible, en plazos cada vez más breves, en las redes informáticas, permitiendo que otras personas accedan a él, lo incorporen, lo cuestionen, o creen nuevo conocimiento a partir de cada hallazgo.

Ese conocimiento disponible, demanda, y demandará cada vez más, de parte de los ciudadanos capacidades para explorar, encontrar, discernir, seleccionar, procesar, convertir, crear y compartir, antes que recordarlo y repetirlo.

La crisis de hoy no es una crisis de la educación, sino de la escuela, tal como ha sido concebida y construida hasta ahora. No es el fin el que está en cuestión: sabemos que la sociedad debe seguir desarrollando en sus ciudadanos capacidades y competencias para vivir en comunidad, para ser productivos y plenos. Lo que necesita cambiar, con urgencia, es la forma en que lo hacemos. La escuela, de no cambiar, está expuesta al riesgo de volverse irrelevante.

Las propias tecnologías digitales, sus herramientas y soluciones, se van volviendo invisibles, en la medida que son incorporadas naturalmente a la vida cotidiana de las personas. Hoy nadie piensa en las pizarras o los libros como tecnologías, aunque en su momento fueron verdaderas revoluciones educativas. Lo mismo pasará crecientemente con computadores, aplicaciones y software educativos, recursos digitales y otros dispositivos. Cada vez estarán más presentes y serán menos extraños en las vidas de escuelas y estudiantes.

Los profesores, cada vez más habituados a ellas, muchos de ellos ya nacidos y educados en su presencia, las considerarán como elementos dados, recursos a disposición de las experiencias de aprendizaje.

Las tecnologías digitales, por su propia naturaleza, no tienen límites territoriales. Van a entrar a la escuela, con o sin planificación de quienes las regulan, pero sobre todo, van a ampliar los espacios y oportunidades de aprendizaje fuera del espacio y el horario escolar. Los sistemas educativos podrán aprovechar o no esa ampliación, usufructuando ampliamente de la posibilidad de conectar mejor con la vida de sus estudiantes, sus intereses y expectativas.

Depende de los docentes y los directivos de los sistemas escolares sacar provecho de esa oportunidad. Lo que no parece tener sentido es seguir ignorando que el panorama ha cambiado ya para siempre, mucho menos luchar contra ellas como si fueran una fatal distracción.

El desarrollo de la sociedad del conocimiento hace que las experiencias de aprendizaje estén disponibles en todas partes y en todo momento, sean ubicuas y disponibles a lo largo de toda la vida. Cada vez más, aprender no es una necesidad puntual de niños y adolescentes, sino una actitud permanente de cada ser humano. El que deje de aprender será el nuevo marginado en la sociedad del conocimiento.

¿Cómo los sistemas educativos van a acompañar a una población que requiere formarse siempre? ¿Cómo la escuela va crear ese espacio de aprendizaje común, donde no basta el conocimiento individual, porque lo que realmente importa a toda comunidad humana, lo que da sentido a la sociedad, es lo que compartimos, lo que tenemos en común?

Gustave Flaubert acuñó la hermosa sentencia: “cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón a Marco Aurelio, en que el hombre estuvo solo”. Algo similar vivimos hoy en nuestros sistemas educativos. Tenemos la conciencia de que nuestra organización educativa actual ya no responde a lo que necesitamos, y vivimos la urgencia de construir una nueva forma de resolver nuestros desafíos educativos.

Otra forma de entender la escuela, el papel de los docentes y las familias, de organizar la experiencia de aprendizaje, debe nacer. La incertidumbre de hoy, es la que nos hace posible diseñar y construir la educación de calidad a la que todas y todos tienen derecho.

Por: Roberto Diez Gutiérrez

Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Maestro en Educación con especialidad en Comunicación. Maestro Humanidades con especialidad en Educación. Doctor en Humanidades con opción en Educación. Beca al Mérito Académico de la Secretaría de Educación Pública Federal. Fui corresponsal en el Estado de Hidalgo para Organización Radio Centro, Organización Impulsora de Radio y Cadena Radio Centro. Profesor en el Tecnológico de Monterrey (Querétaro e Hidalgo); en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Universidad INECUH de Tizayuca, Universidad Interamericana para el Desarrollo (UNID-Tula) y Universidad La Salle Pachuca. Rector de la Universidad Científica Latinoamericana de Hidalgo (UCLAH); Director General del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Hidalgo (CECyTEH); Director General de Educación Media Superior del Instituto Hidalguense de Educación Media Superior y Superior (IHEMSyS) y Director Técnico del Instituto de Crédito Educativo del Estado de Hidalgo y Secretario Técnico del Consejo Estatal de Población en Hidalgo. Director General de Proyectos y Programas de Apoyo a la Educación de la Secretaría de Educación Pública de Hidalgo. Presidente de la Comisión de Educación y Cultura del Consejo Consultivo Ciudadano del Estado de Hidalgo. Colaborador en diversos medios impresos y electrónicos del Estado. Rector de la Universidad Tecnológica Minera de Zimapán (UTMZ). Ex Rector de las Universidades Tecnológicas Minera de Zimapán y Bilingüe de Mineral de la Reforma.






ANDADOR - Roberto Diez Gutiérrez

Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Maestro en Educación con especialidad en Comunicación. Maestro Humanidades con especialidad en Educación. Doctor en Humanidades con opción en Educación. Beca al Mérito Académico de la Secretaría de Educación Pública Federal. Fui corresponsal en el Estado de Hidalgo para Organización Radio Centro, Organización Impulsora de Radio y Cadena Radio Centro. Profesor en el Tecnológico de Monterrey (Querétaro e Hidalgo); en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Universidad INECUH de Tizayuca, Universidad Interamericana para el Desarrollo (UNID-Tula) y Universidad La Salle Pachuca. Rector de la Universidad Científica Latinoamericana de Hidalgo (UCLAH); Director General del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Hidalgo (CECyTEH); Director General de Educación Media Superior del Instituto Hidalguense de Educación Media Superior y Superior (IHEMSyS) y Director Técnico del Instituto de Crédito Educativo del Estado de Hidalgo y Secretario Técnico del Consejo Estatal de Población en Hidalgo. Director General de Proyectos y Programas de Apoyo a la Educación de la Secretaría de Educación Pública de Hidalgo. Presidente de la Comisión de Educación y Cultura del Consejo Consultivo Ciudadano del Estado de Hidalgo. Colaborador en diversos medios impresos y electrónicos del Estado. Rector de la Universidad Tecnológica Minera de Zimapán (UTMZ). Ex Rector de las Universidades Tecnológicas Minera de Zimapán y Bilingüe de Mineral de la Reforma.