Aunque fue el pelotero que menos votos consiguió entre los nuevos elegidos al Salón de la Fama, con 23, Eduardo Jiménez Castillo es, con todo merecimiento, uno de los nuevos inmortales.
El nativo de Tijuana, nacido el 4 de septiembre de 1964, jugó durante 21 temporadas en la Liga Mexicana, en ocho diferentes equipos, y se coronó como el quinto jonronero del circuito, con 351; además, terminó bateando sobre la cifra mágica, con .301 de por vida.
La mejor temporada de su carrera la vivió con los Saraperos de Saltillo el año 2000, cuando fue líder de cuadrangulares de la liga, con 45, además de lograr 107 carreras producidas y un magnífico .317 de porcentaje.
El apodado Tin Tan, por su parecido físico con el genial comediante, jugó durante dos temporadas en la capital, con los Diablos Rojos, en 1997 y 1998, efectuando 22 y 20 palos de vuelta entera, aunque bateó un poco debajo de los .300.
Como era mejor con el bat que con el guante, no es de extrañar que se haya convertido en el bateador designado ideal, elegido para la novena ideal de la Liga Mexicana hace dos años, por encima de cañoneros como Willie Mays Aikens o Jack Pierce. Su poder también quedó demostrado en la Liga del Pacífico, donde es el segundo cañonero, con 199, solamente por debajo de Héctor Espino.
Así, pues, con toda justicia este zurdo bajacaliforniano es uno de los nuevos integrantes del Salón de la Fama, que está por reabrir sus puertas al público en general.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.