Parece que el engaño es un instrumento útil, sobre todo si no existe ningún escrúpulo que medie en la conciencia.
Tras la conmoción social del terremoto, los dividendos políticos no atinan a encontrar el camino para hacer parecer que la clase política, su partidocracia y su sistema son los que dieron la cara y encausaron a la ciudadanía en un momento de tragedia y muerte.
Las lecciones políticas del terremoto son claras. La ciudadanía ha afianzado su desconfianza y repudio a la clase política y hacia quienes manejan las instituciones; se ha trazado cierta empatía horizontal, es decir, de ciudadano a ciudadano, sin que ello sea absoluto porque el pillaje estuvo y está presente en México.
Lamentablemente, no ha renacido un nuevo México desde el tejido social, es el mismo país, pero con mayor rencor hacia el poder; es el mismo México que se atomiza y fragmenta y se vuelve ampliamente individualista.
La catarsis de la solidaridad encuentra sus límites y toma su nivel, ha sido derrotada ante el manejo político, se ha convertido en anécdota sentida y no habrá de trascender como arquetipo valórico de la solidaridad, porque la barbarie es más contundente que la bondad y suele imponerse en el disfraz de la asistencia pública.
El costo social desde la reflexión de la solidaridad me parece confuso.
La encarnación de la dignidad se ha perdido ante la mentira y el engaño, nada es enteramente limpio y menos si proviene del poder, esto parece claro y se enraizó en las novelas fallidas del rescate, la ayuda en especie y del dinero de los partidos.
La sociedad quebrantada y burlada, estremecida por la muerte y asqueada ante los carroñeros político, politiqueros de escritorio que no quieren ni al pueblo que los encumbra en sus escaños y escritorios, aquellos cuyas promesas son menos que un pedo en un huracán.
La herejía de la política nos embarga, nada queda en la conciencia porque no hay conciencia, ésta le pertenece a unos cuantos, aquellos que limpian la inmundicia de una sociedad maniquea y egoísta que no entiende el puño del silencio.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.