La histórica frase de Nietzsche: “Lo que no puede destruirte, te fortalece”, es la constante de los políticos que con “capital propio” emigran hacia nuevas fuerzas partidistas que les permitan acceder al poder del Estado, sin que en ello prime ideología, conciencia política o principios de ética pública en pro de la ciudadanía.
Frente a un moribundo PRI, el exgobernador Omar Fayad Meneses creó en Hidalgo el Grupo Plural Independiente (GPI), un lobby de presión política que sumó a todos aquellos personajes que en el ascenso de Julio Menchaca Salazar a la gubernatura percibieron el cisma de un partido dinosaurio al que sólo le queda la extinción como recurso de memoria histórica en el sistema político, porque su presencia social es la crónica de una muerte anunciada.
La podredumbre del GPI ha escalado tanto que su migración al Partido Verde Ecologista fue el caldo de cultivo no sólo de su prostitución política, sino de su apetito volátil y mercenario, al aproximarse también a Movimiento Ciudadano y a todas las fuerzas partidistas que engrosen la alianza con Morena, signo de organismos parásitos del escaño que ahora alientan a políticos en el olvido, como al exgobernador Francisco Olvera Ruiz, quien ha formado su lobby político “Puntos de Encuentro”, en un símil de la iniciativa de Fayad Meneses con el mismo cometido: la raja política.
Es evidente que este carrusel de exgobernadores de Hidalgo que deambulan en la política local no tiene mayor imaginación política, por lo que sus estrategias de migración e infiltración partidista hacia Morena responden no sólo a la debacle priista, sino a la del resto de la oposición, que es menos que carroña electoral, porque la parametría de cara a la elección presidencial de 2024 ni siquiera le otorga dos dígitos a su candidata, Xóchitl Gálvez, en las preferencias ciudadanas.
Para que el pastel esté completo antes de que lleguen las moscas a devorarlo, para engrosar la terna sólo falta el exgobernador Miguel Osorio Chong, prácticamente marginado del PRI por Alejandro Moreno y Carolina Viggiano, quienes decapitaron a la vieja guardia y los mandaron al asilo político, no sin el malestar y las quejas de una marcha forzada que en el caso de Osorio Chong creó una guerra abierta de hostilidades con Alito Moreno, cuyas heridas destaparon lo que ya sabía todo el mundo sobre las prácticas políticas autoritarias: los partidos de cúpula y élites odiosas, así como la virulencia de los intereses económicos y políticos al margen del interés ciudadano.
¿Qué otros políticos que están en el asilo habrán de resurgir de cara al continuismo de Morena en el poder? Es evidente que no existe nada tan doloroso para la clase política de la vieja guardia que perder el escaño y el reflector de la curul, porque es un proceso que obedece a su cultura política y ha reproducido por décadas su modo de vida, creando no sólo apetitos parasitarios, sino también una megalomanía política.
¿Cuántas veces escuchamos la crítica de esta clase política sobre “lo insano de las ansias de poder” de López Obrador, que buscaba incansablemente la Presidencia de la República y ahora, en una actitud faraónica, desfilan en el carrusel de la migración parasitaria del escaño?