Sobre el futuro gobernador

Siendo la gubernatura la institución jurídica y política más importante de los Estados, se puede decir que el gobernador puede ser un verdadero líder (tenebroso a la forma de José Fouché) o un funcionario designado para interpretar la voluntad política de un líder de mayor anchura (decía Maquiavelo en su descripción de Francia: el rey nombra a tantos gobernadores de provincia como quiere y les señala el sueldo que le place).

Este político habrá de proponer a los magistrados del Tribunal Superior de Justicia del Estado y convivirá con al menos dos diputaciones locales. Ninguno de esos poderes (manifestados en cuerpos colegiados) tendrá la autoridad o la influencia del ungido, puesto que su voluntad será la única disposición a acatar por parte de funcionarios y empleados que de él dependan

Su elección, de conformidad a la Constitución, será mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo (art. 116, fraccs. I, párr. 2 y IV, inc. a de la Constitución Federal), al menos si no ocurre algo extraordinario antes de que concluya su periodo el actual gobernador. 

De la misma forma, nuestro nuevo jefe del Ejecutivo estatal no podrá volver a ocupar el cargo porque al parecer su origen será la elección popular, si esta fuera un interinato, un encargo de despacho o el mandato provisional, no podría hacerlo hasta el siguiente periodo electivo, porque la democracia exige igualdad de oportunidades y condiciones en la lucha por el poder, y es que el control de recursos de la administración entorpece esta aparente igualdad. Además, nuestro futuro gobernador no podrá ser diputado federal, senador, ministro de la Suprema Corte de Justicia o presidente de la República, al menos no mientras no reúna la idoneidad de tiempo (arts. 55, fracc. V; 58, 82, fracc. VI; y 95 fracc. VI de la Constitución Federal). 

Este mandatario será emanado de las filas de un partido político, pese a que más de uno de quienes aspiran a ocupar el puesto ha dado señales (y algunos hasta han sido descarados) de no estar totalmente comprometido con su instituto político; cabe destacar que la vía ciudadana, ya entendida por la Constitución en los artículos 40 y 41, está adecuada en los códigos electorales locales y federales, pero, insisto, no es la vía por la que se han pronunciado los aspirantes. 

Quien nos gobierne habrá de auxiliarse de secretarios, los cuales serán superiores a cualquier otro funcionario público del estado y solo les será superior nuestro gobernante. Este gabinete habrá de ilustrar e informar, a la Legislatura del estado, de los actos de gobierno que se despachan en sus respectivas áreas. Ninguno de ellos permanecerá sin la voluntad del Ejecutivo, así que, si el secretario cae de la gracia del gobernador o este muere, renuncia o concluye su periodo, el secretario se retirará de su encargo. 

Por otro lado, pero igual de importantes que las reglas de forma (las jurídicas), serán las reglas de fondo. El futuro gobernador jugará el mismo juego que sus predecesores, con una Constitución federal y una estatal que legalizarán, sancionarán, regularán o preverán toda clase de dominación trascendente, pero también con las reglas del poder económico, religioso y social, que estarán mejor descritas en la Voluntad de poder de Nietszche, en La búsqueda del poder de Kariel, en la estructura del poder de Arnold Rose, en el Elogio de la traición de Jeambar y Roucult, y en una abundante bibliografía a la que están acostumbrados los que estudian la política y el poder. 

Decía Maquiavelo en La Vida de Castruccio Castracani: “Dios ama a los hombres fuertes, porque siempre se ve que castiga a los impotentes con los poderosos”. Así necesariamente habrá de existir un convencimiento por parte del futuro gobernador a las huestes, un temor de que quien gobierne podrá desconocer lo previsto en la Constitución y en las leyes que de ella emanan, habrá que refundar la creencia de que la coacción opera y, para terminar estos puntos, nuestro próximo Ejecutivo habrá de ser más temido de lo que pueda ser amado. 

Por último, me permito dirigirme a nuestro futuro gobernador para desearle éxito en su nueva responsabilidad con un decálogo (que seguramente conoce mejor que quien suscribe este documento) de principios políticos reiterados en El Príncipe, de Maquiavelo (sin que esto signifique que sean los únicos principios que se desprenden de la obra del diplomático italiano): 

1) Utilice los medios disponibles y adecuados para conseguir sus intereses.

2) La suerte y la fortuna le ayudarán a ganar solo la mitad de sus batallas, la otra mitad las habrá de ganar exclusivamente a partir de su voluntad. 

3) Evite ser odiado, haga alianzas con las personas nobles (o al menos no las exaspere) y avitualle a quien lo requiera (panem et cirsensem).

4) Recuerde que el único dominio verdadero es el que es aceptado: legitime su paso por el cargo. 

5) Sea justo cada que tenga la oportunidad de serlo. 

6) Integre un equipo con personas leales, competentes y respetadas.

7) No dispendie ni derroche de lo que no le es propio, la prodigalidad excesiva debilitará su reputación. 

8) Evite la infamia de los vicios.

9) No utilice mercenarios ni auxiliares, ellos son peligrosos para usted e inútiles para sus fines. 

10) El arte de la guerra se ejerce lo mismo en tiempos de paz como de conflicto. 

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Por: Iván Mimila Olvera

Abogado y asesor en materia constitucional y autor de los libros "Cuestionario de Derecho Constitucional" y "Cuestionario de Derecho Constitucional de los Derechos Humanos". Actualmente es litigante en activo y asesor de diversas organizaciones de la sociedad civil.


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CONSTITUCIONALISMOS - Iván Mimila Olvera

Abogado y asesor en materia constitucional y autor de los libros "Cuestionario de Derecho Constitucional" y "Cuestionario de Derecho Constitucional de los Derechos Humanos". Actualmente es litigante en activo y asesor de diversas organizaciones de la sociedad civil.