La estrecha relación de operación política que inició López Obrador con los gobernadores de la oposición y partidos satélites en el país, dio paso al concepto de “amnistía política” que garantizaba el halo de “buena fe”, donde todas las fuerzas y actores políticos tenían cabida en la 4T.
Las constantes visitas al exgobernador Omar Fayad culminaron con el Pacto Político de facto, que garantizó para el personaje hidalguense la tranquilidad del “asilo político” en la Embajada de Noruega, mientras muchos de los correligionarios de su administración y más allá de esta eran observados con lupa y detenidos por el contubernio y malversación en la Estafa Siniestra a cargo del gendarme custodio, Santiago Nieto, lo cual, no era otra cosa que el inicio de ordenar y limpiar a Hidalgo de las manchas de corrupción e impunidad del antiguo régimen y garantizar control político.
Las visitas de López Obrador no culminaron en la administración de Fayad Meneses, por el contrario, se multiplicaron en el primer año de la administración del gobierno de alternancia de Julio Menchaca, creando un vínculo político distinto: no se trataba de un Pacto Político, fue la “Operación Hidalgo”, había que limpiar y ordenar la casa para desterrar al otrora bastión priista.
El vertiginoso y convulsionado proceso electoral, que en términos de facto para Morena inició con la reclusión de Marcelo Ebrard, generó en las visitas de Claudia Sheinbaum no sólo el acercamiento al gobierno de Julio Menchaca, sino un esquema político que afianzó la idea de que la operación política en Hidalgo iniciaba en las Rutas de la Transformación, pero este planteamiento no se refería sólo a la justicia y dignidad social que lo acompañan, sino al empoderamiento guinda en la entidad que presentaba vacíos de poder en su partido en la entidad.
Sheinbaum y Menchaca pasaron de una relación de campaña a los primeros trazos de la “Operación Hidalgo”. En este esquema permearon dos condiciones: la debilidad estructural de Morena Hidalgo frente a los resabios de la oposición del antiguo régimen y sus estructuras, pletóricas de políticos y actores del PRI, PRD y el Grupo Universidad; así como la necesidad de cambiar las lógicas de coexistencia de Hidalgo con el Estado de México y la Ciudad de México, en un dinamismo de centralidad política y reconfiguración urbana.
Las señales de reestructuración para el gobierno de Hidalgo quedaron indicadas en la anarquía que vivía el partido guinda frente al proceso electoral y la carencia de disciplina política que acentuaba la necesidad de control político del gobierno de Julio Menchaca frente a los zafarranchos intestinos de Morena Hidalgo.
Fue en este escenario de convulsión política que Sheinbaum mandó mensajes claros de ubicación de un nuevo esquema de control político en un acicate que hizo que, desde el 4º Piso, se mandara la orden de reestructuración política a Marco Rico, que precipitó la ruptura con el PT de la alianza electoral, pero mucho más significativo, del gobierno de Hidalgo.
Entonces, los límites de la “amnistía política” que iniciara López Obrador se marcaron en la firmeza política de Julio Menchaca: no se permitiría control ni beligerancia política de los grupos de poder al interior de Morena Hidalgo.
En esta atmósfera, Sheinbaum y Menchaca están ordenando Hidalgo. Ha iniciado el segundo piso de la 4T, la cual no puede tener cimientos débiles en el gobierno de Julio Menchaca, por lo que la profundización de la reestructuración de la “Operación Hidalgo”, también vive su segundo piso.