Los compromisos suscritos en la campaña presidencial de Claudia Sheinbaum con Hidalgo han trascendido a una concreción inédita de macro obras en una alianza estratégica que deja dos lecturas políticas.
Los ejes prioritarios de desarrollo del programa de gobierno de la presidenta Sheinbaum Pardo, han comenzado a cristalizar obras en los estados que no sólo presentan un impacto programático del Plan Nacional de Desarrollo (PND), son, en esencia, la presencia de un poderío de Estado que tiene el desafío de avanzar en las realizaciones de la 4T y generar el piso firme de la consolidación de la izquierda en México.
Primera lectura
La izquierda obradorista se percató desde los inicios del gobierno de AMLO, que no era suficiente construir su ascenso en el combate a la corrupción e impunidad sobre las prácticas del antiguo régimen como el pilar de depuración que, inercialmente, provocaría progreso y desarrollo social en el ámbito de devolverle la dignidad al pueblo.
En este trazo, los planes y programas de gobierno se direccionaron y orientaron a los sectores vulnerables de la población y se convirtieron en el estandarte de la 4T. Entonces, la continuidad política y pervivencia de la izquierda se trazaba desde la respuesta integral a un pueblo que había sido desamparado por la antigua casta política de la derecha, y configuraba una alternativa de gobierno y de la forma de hacer gobierno.
Por su parte, la derecha inició una guerra mediática -que continúa intentando ser el caballo de Troya-, se victimizó y demeritó cualquier medida que tomaba el gobierno de López Obrador; sin embargo, las urnas el 2 de junio de 2024 le darían la razón al ahora líder moral de la izquierda.
El impacto de la alternancia política comenzó a cimbrar las estructuras de los poderes públicos y la última batalla de control político la dio López Obrador con la Reforma al Poder Judicial; pero no la pudo concretar porque la correlación de fuerzas en San Lázaro no le permitió tener la mayoría calificada. Este impasse político sería subsanado una vez que Claudia Sheinbaum se instaló en el poder y, con un grado de legitimidad y credibilidad que trascendió en las urnas ese 2 de junio, derribó el monopolio del Poder Judicial y, con él, cerró el capítulo que inició López Obrador en la reingeniería constitucional de los poderes públicos en México.
A esta consolidación y detentación de los poderes públicos y el despliegue de una era reformista de izquierda se le denominó Plan Claudia (primera fase).
Segunda lectura
Una vez que el Plan Claudia concluyó su primera fase de control de los poderes públicos y de la instauración programática de una serie de reformas constitucionales que distinguen el sello de su conformación, se dio paso a una operación política quirúrgica con dos componentes:
I. El diseño del proyecto de transformación transexenal
Las macro obras han constituido el vaso comunicante entre las realizaciones de gobierno y la reconversión de la planificación pública en el presente gobierno, estableciendo una dinámica de inversión e infraestructura que inició desde los primeros cien días de la gestión de la presidenta Sheinbaum Pardo y creó expectativas para afianzar la economía interna y lograr avances que detectara la memoria social colectiva en una suma de “obras son amores y no buenas razones”.
II. La expansión y consolidación política de Morena
Ningún gobierno espera sentado a que su presencia sea suficiente para seguir detentando el poder. En este sentido, el proceso de afiliación que iniciaron Luisa Alcalde y Andrés Manuel López Beltrán, y que en Hidalgo se encuentra en plena dinámica de evolución partidista, denota una capacidad estratégica de operación política que supera todas las expectativas que pudo impulsar López Obrador. En este trazo quirúrgico, afiliar es consolidar la sucesión transexenal en Hidalgo en 2028 y detentar el poder en 2030 a nivel nacional (segunda fase).
Las visitas a Hidalgo de la presidenta Sheinbaum Pardo no tienen el contenido protocolario -bastante escaso e intermitente de los presidentes del antiguo régimen-, sino un denodado esquema político que fue trazado con inteligencia y cuya capitalización social ha ido en aumento.
Cuando con gran miopía las fuerzas del antiguo régimen señalaban que la actual presidenta de la República sería la imagen del poder tras bambalinas de López Obrador, no sólo equivocaron el análisis -absurdo y mordaz, por cierto-, sino que debilitaron su postura de ofensiva política, porque Claudia Sheinbaum terminó en los primeros cien días con toda especulación y con firmeza de mando y previsión política puso en marcha el Plan Claudia que, ahora, está en la segunda fase de redefinición política de la 4T.
