Ser y Devenir 25

Pienso en mis hijos todo el tiempo. ¿Los extrañas? Con toda mi alma, pero mi exesposa no me deja verlos. Ya te buscarán. Algo es cierto, nunca vivimos solos. Por tu culpa. Cuando nos casamos, y compré una casa, llegó su madre y dos de sus hermanos a vivir con nosotros. Por idiota. En algún momento llegó otro hermano y yo tenía que compartir mi espacio con todos ellos. ¿Por qué lo hacías? Lo hacía por ella.

Mi hermano se echa a reír a carcajadas.

¿Por qué te ríes? Estás equivocado. ¿Por qué? Porque no lo hiciste por ella. ¿Entonces por quién? Lo hiciste por ti. ¿Por mí? Sí, porque sólo así tenías el tiempo necesario para escribir.

Un absoluto silencio.

Además no te quería. Lo sé. Nunca te quiso. Tienes razón. Siempre tengo razón.

—¡Serner!

—Soy yo.

—Entra —me ordena uno de los militares que vinieron a controlar el motín del reformatorio. Lo acompañan otros tres con cara de pocos amigos.

—Ya entré.

—Siéntate.

—¿En qué les puedo ayudar?

—No te hagas el chistoso, escuincle.

—¿Me estoy riendo?

—¿Quién planeó el motín? —me pregunta luego de una pausa.

—Yo estaba encerrado, ¿recuerdan?

Se miran entre ellos y, luego de cuchichear, llaman a alguien que se parece a Hitler y me dejan sólo con él.

—A mí sí me vas a decir la verdad ¿verdad? —me pregunta fingiendo su voz.

—A ti y a todos tus compañeros.

—¡No te burles de mí!

—¿Me estoy riendo?

Me mira por unos momentos y, queriéndome intimidar, saca de su bolsillo trasero una navaja haciendo una risita disque amenazante.

—¿Con eso te rasuras el bigotito?

—¡Mira, chamaquito hijo de tu puta madre! —dice mientras me toma con su mano del rostro; me da asco su entorno—. ¡O me dices quién planeó el motín o te corto la cara!

Pasaron algunos segundos, segundo de tensión, segundos que terminaron cuando finalmente apareció mi hermano.

 

Continúa 26