Ser y Devenir 22

El primer año. Yo sólo en la biblioteca mientras el mundo sigue girando, girando siempre, girando todo el tiempo. Mientras tanto yo me mantengo aferrado. Un dilema filosófico. ¿Platón o Aristóteles?

—¿Ya tienes las cuentas del jefe? —me pregunta Conrado.

Por supuesto y le entrego el cuaderno. Putas, apuestas y narcotráfico eran la trinidad política del sistema clandestino del reformatorio. Mujeres de hasta cincuenta años visitaban a los reos en supuesta calidad de madres, tías o incluso abuelas. Las jóvenes cobraban más, por eso casi nunca iban. Mil varos el palo más barato y diez mil el más caro, que yo sepa. En ese entonces no me interesaba el sexo, era muy chico y aún no me había desarrollado por completo. Sin embargo, siempre me buscaban. Sabían que yo era quien manejaba los dineros.

La pax chakiana.

Uno de los castigos más severos era el homicidio sin autorización de Los Quetzales, o en su caso del Chak, el jefe máximo. Diego era un chavo de trece años que había intentado matar a su padrastro en una riña sobre la razón del divorcio de su familia. Tenía un desarmador a la mano y lo clavó con todas sus fuerzas en la cabeza del señor. El tipo sobrevivió, pero parapléjico quedó. Pero en el reformatorio logró su cometido con un traficante que le había rebajado su dosis de heroína; le clavó un desarmador en el ojo izquierdo. Aunque desde el principio supimos que fue él, el Chak decidió darle la oportunidad de reivindicarse con la verdad hacia los jefes; empero, lo negó todo y al día siguiente lo mataron en la regaderas. Miles de picos de todos tamaños terminaron por desangrarlo.

El segundo caso que más recuerdo fue la sentencia en un caso de violación. En la nueva entrada de ganado, que era cómo llamábamos a los nuevos internos, llegó un muchacho de doce años que tenía un comportamiento femenino; hablaba como chica, caminaba como chica y se comportaba como chica. Melqui era un homosexual declarado que no se metía con nadie, hasta que vio al nuevo muchacho. Al ser abusado lo acusó con la autoridades, lo que hizo que comenzara una era de revisiones, cateos y cero tolerancia con los negocios. A Melqui lo sentenciaron a morir quemado.

En el patio hubo una movilización como si alguien se hubiese fugado, pero no era eso sino un cuerpo que se estaba desintegrando en el fuego. En medio del patio, amarrado de pies y manos, Melqui emitía gemidos horribles mientras su vida en sufrimiento se estaba consumando.

Un tercer caso, el traficante sin autorización o aquél que no entregaba cuentas claras a la organización. El caso de Abelardo es el primero que se me viene en mente. Una madriza en la regaderas como advertencia y como segundo aviso una putiza de huesos rotos en su propia celda. El tercer aviso era el último, y como Abelardo no hizo caso de ninguno de los anteriores, terminó mutilado de los genitales.

Los Quetzales afianzaban cada vez más su poder. Todo iba bien, todo marchaba muy bien, hasta que llegó la desgracia. El desequilibrio total del sistema.

—¿Qué pasó? —pregunta la doctora.

Mataron al Chak.

 

Continúa 23

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".