¿La realidad tiene esencialmente forma o es fundamentalmente amorfa?
—¿Por qué no me quieres decir?
—Porque de verdad no lo sé.
—¿No sabes lo que sientes?
—No sé cómo describirlo.
Tenía que resolver dos problemas ontológicos. ¿Por qué el todo es más que la suma de las partes? ¿Por qué es posible que dos objetos sean distintos y, sin embargo, tener las mismas partes? Hay tres planteamientos que pretenden resolverlo:
- La estructura es una de las partes, la constitución del orden y relación entre éstas.
—Me recuerda el Tractatus de Wittgenstein —me dice Giovanna.
— A ti todo te recuerda a Wittgenstein.
—No todo —me dice y la miro—. Bueno, casi todo —reconoce.
- Las partes tienen una disposición natural para ensamblarse entre sí.
—¿Platón? —me pregunta.
—Simón.
- El externalismo. La unión es arbitraria y, por así decirlo, artificial. No es algo interno o inherente al objeto sino una asignación externa.
—Kant ¿no? —me dice.
—La realidad es amorfa y es nuestro instrumental epistemológico el que le da forma.
—¿Cuándo tienes que entregar el texto?
—No tengo fecha de tope.
—¿No es para el periódico?
—No.
—¿Entonces?
—Intento escribir un libro.
Sin embargo, los tres planteamientos enfrentan problemas:
a) Si la estructura o forma es una parte del objeto podemos caer en una sucesión de partes ad infinitum.
b) Se recurre necesariamente a la forma o estructura cuando las partes pueden ensamblarse de diferentes maneras a las previamente establecidas en el objeto.
c) No se explica la relación entre la asignación externa y los límites naturales de las partes y, por tanto, los objetos que forman.
—Me quedo con el primer planteamiento —dice.
—Porque es Wittgenstein.
—El primer Wittgenstein —aclara.
—No necesariamente. “Algo” me dice que también puede verse desde la perspectiva del segundo Wittgenstein.
—¿“Alguien”?
—¿Cómo?
—Dijiste que “alguien” te dice eso.
—No, no. Dije “algo me dice” que también puede interpretarse desde la perspectiva de las Investigaciones Filosóficas.
—¿Seguro?
—Sí, dije “algo” no “alguien”.
—Me refiero al segundo Wittgenstein.
—Ah. Pues aún no sé exactamente cómo. Sólo es intuición.
—¿Puedo hacerte una pregunta personal? —me dice luego de una pausa larga en que no deja de mirarme a los ojos.
Suspiro muy hondo.
—No, mejor no —se arrepiente.
—Pregunta lo que quieras.
—¿No te molesta?
—Aún no me preguntas nada.
—Pues…
—Dime.
—¿Andas con alguien?
—¿La verdad? —digo luego de pensarlo un momento.
Ella asiente.
—No lo sé.
—No mames.
—Quiero decir que no sé cómo contestar esa pregunta.
—¿Por qué no?
—Tampoco lo sé.
—¿Qué es lo que sí sabes? Con respecto a eso, obviamente.
Vuelvo a suspirar, cierro brevemente los ojos y, al abrirlos, digo:
—Creo que estoy enamorado.
—¿Crees?
—Algo así.
—No es algo de creer o no, es algo que se siente y ya. ¿Tú sientes que estás enamorado?
Y me quedo pensando:
Los dos problemas ontológicos pueden ser resueltos, como en el caso de las actitudes proposicionales, considerando concretamente al sujeto en cuestión, i.e., al ente que en una determinada circunstancia se hace dichas peguntas de manera consciente o no. Las condiciones materiales, como el propio lenguaje, determinan “las naturalezas” de la realidad. Por ejemplo, la realidad es amorfa cuando no la entendemos, cuando exige ser explicada y, por consiguiente, puede ofrecernos información sobre el mundo; la realidad tiene forma cuando la entendemos, cuando podemos explicarla y, por tanto, ya no puede ofrecernos información acerca del mundo. En términos de Heidegger: la realidad tiene forma cuando “está a la mano” y es amorfa cuando “no está a la mano”. La forma no está presente en la consciencia intencional y lo amorfo está presente intencionalmente por la conciencia. La realidad analizada y la realidad no analizada.
—¡Hey! —me dice Giovanna—. ¿Estás ahí? —me pregunta, reacciono y le pregunto:
—¿La realidad tiene esencialmente forma o es fundamentalmente amorfa?
—¿Por qué no me quieres decir?
—Porque de verdad no lo sé.
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Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".