Los neumáticos con cadenas se detuvieron frente a la puerta principal del castillo provocando el compacto ruido de apretujamiento del acero con la nieve, el grasiento policía abrió la puerta de su patrulla y, apoyando sus antebrazos en ésta, apuntó con su arma al lobo gris a un lado de mí.
—¡No!
¡Bang!
¿Qué es eso? El tintineo de un punto verde brincando sobre una línea en un fondo negro con ciertos destellos color mate en su reflejo que parece un hoyo al infinito… ¿Dónde estoy? Lo irreconocible en la oscuridad, algunas sombras alargadas se mueven y una pequeña luz roja al fondo me conmueve. ¿Por qué me duele tanto la garganta? Los labios pegados, la boca seca y no puedo tragar saliva. ¿Qué tiene mi brazo y mi cuello? Varios tubos de plástico y, en el reflejo de la ventana con las cortinas cerradas, observo una venda cubriéndome por debajo de la cara. ¿Qué fue lo que pasó?
—Buenos días, ¿dormiste bien? —me pregunta una enfermera pelirroja y, cuando intento responderle, ella misma me aclara—. No te esfuerces, no queremos que te lastimes alterando las suturas. Toma —me da un pizarrón tamaño carta y un plumón—, para cualquier cosa que necesites pero, por favor, no te toques el cuello. Más tarde viene el médico a revisarte.
— “¿Y el lobo?” —escribo en la pizarra.
—La verdad no lo sé.
— “¿Quién me puede decir?”
—En la tarde viene el Sheriff a verte, a él puedes preguntarle.
— “Gracias” —escribo luego de una pausa.
—En un momento te traen el desayuno, yo regreso a verte en una hora.
Las drogas del hospital me duermen a medias, el hipnótico goteo del suero y analgésicos, el tintineo electrónico y mi reflejo en la ventana por la luz de la tarde. Cierro los ojos y, aún en la oscuridad abstracta, explota la impresión del disparo.
—¡No! —grité al policía atravesándome en el camino de su arma.
¡Bang!
La bala atravesó mi garganta y el lobo se abalanzó contra él. Mis gemidos de asfixia se mezclaban con los gruñidos y los gritos. Lo último que recuerdo fue al lobo mordiéndole la cara mientras la sangre entintaba la nieve por todas partes.
—¿Cómo te sientes, chico? —me pregunta el comisario Randolph, semejante a un corpulento vikingo.
—“¿Qué pasó con el lobo?”
Se molesta, voltea a ver a uno de sus ayudantes y me mira para regañarme:
—Mira, niño. Te aclaro que ese maldito animal mató al oficial Lawrence.
—“¿Qué pasó con el lobo?” —subrayo la pregunta.
—¿No escuchaste lo que te dije?
—“¿Qué pasó con el lobo?” —vuelvo a subrayar la pregunta.
—Huyó —dice poniéndose de pie—, pero te advierto que no vamos a descansar hasta cazarlo, desollarlo y entregarle la piel a la viuda de nuestro compañero. ¿Entendiste?
—“Fuck you”.
Continúa 139

Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".