Joseph Kalten no negaba el Holocausto como lo hacen la mayoría de los neonazis, al contrario, pregonaba el orgullo de su abuelo por haber participado directamente en estos hechos y se congraciaba explicando cada detalle heredado en sus memorias.
—Tú no eres libre, Kalten —le dije una vez en clase.
—¿De qué hablas, maldito mexica?
—Eres esclavo de tus prejuicios.
Estábamos en el salón de Historia con el profesor Williams y Kalten exponía sus argumentos a favor de las Leyes de Nuremberg (1935).
—No son prejuicios —replicó—, son hechos científicos.
Todo el grupo comenzó a reír tanto que incluso sus compañeros de equipo se contagiaron de las risas. Kalten salió furioso del salón azotando la puerta.
—¿Quién sigue? —pregunta Williams, yo levanto la mano y me paro frente a todos de inmediato—. ¿Cuál es tu tema?
—La mal-interpretación de Nietzsche por parte de los nazis.
—Interesante.
—Aunque ya se fue el pendejo que quería que me escuchara.
—¿Vas a hablar de Elisabeth Förster-Nietzsche?
—No.
—Su hermana tuvo mucho qué ver en la apropiación nazi de su filosofía.
—Porque eran unos pendejos, ellos y ella. Y más pendejos los que también así lo interpretaron. No existe algo en común entre la filosofía individualista de Nietzsche y la ideología racial de Hitler. ¡Nada! El primero inspira la voluntad de poder (sobre uno mismo) y el segundo sólo expira la conciencia individual. Nietzsche quiere que pienses por ti mismo, mientras que Hitler quiere (y lo logra) que todos los alemanes de su tiempo piensen como él.
Toda generalización nos subordina, nos reduce y nos debilita. El superhombre no es un deber ser. Hay seres que se sienten cómodos siendo parte del rebaño, aquellos que prefieren la comodidad de la obediencia y se rehúsan a responsabilizarse enteramente por sus actos. Son los peces que sólo pueden sobrevivir estando juntos, viviendo sin voluntad individual y únicamente poder ser a través del cardumen. No a todos les motiva ser creadores de su propia axiología, no a todos les hierve la sangre por las libertades, la justicia o la igualdad jurídica; no todos reaccionamos de manera incontrolable ante lo mismo sencillamente porque somos diferentes, partiendo del cuerpo y, por consiguiente, las implicaciones de todas nuestras demás diferencias. No todos quieren o pueden ser auténticos. El superhombre es como el águila que vuela libremente desde el privilegio de las mayores alturas, cerca de la majestuosidad del sol y observando el mundo desde arriba. Sin embargo, el superhombre también tiene un precio, un costo, una condición:
—Estar solo.
La fuente de la autenticidad individual.
—Y, aún cuando te lleve a la destrucción, es bueno para ti.
La soledad es mala sólo desde la perspectiva metafísica del ser.
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Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".