Ser y Devenir 12

—¿Qué pasó después? —me pregunta la doctora.

—El edén.

El mundo sin adultos. Un monte escondido entre dos laderas pedregosas y su camino escondido y pequeño nos refugian varias noches, entre éstas la más sublime de mi infancia. Escondidos a varios kilómetros, en una inclinación ascendente y accidentada por rocas y ramas. Ahí nos guarecemos, junto a árboles de manzana, pera y capulín; algunos ciruelos, tejocotes y bajo el techo natural de un gran árbol seco.

La primera noche tuvimos frío, yo no sabía hacer fuego y tuvimos que taparnos con la tierra negra del monte. Muchas hojas. La noche oscura y la luna tímida. Ella sigue sin hablar y sólo mira las estrellas.

El primer día recorrimos la zona y pusimos señales para no perdernos y saber si alguien intentaba acercarse. Por la tarde arreglamos mejor nuestra cama y descansamos cubiertos por una cobija hecha de ramas de pino amarillo que juntándose forman una especie aislante natural. Por la noche platicamos.

¿De qué crees que está hecho el cielo?, me pregunta. Lo miro y las nubes forman figuras en movimiento. ¿De agua?, propongo ingenuo. Eso decía Tales. ¿Quién es Tales? ¡Tales de Mileto! ¿Qué decía? Que la unidad en la pluralidad es el agua. ¿También el cielo? Todo. ¿También la tierra? Según él, todo parte del agua. ¿También nosotros? También, dice acercándose y me da un beso en el cachete. ¿Cómo te llamas? Mina. ¿Mina? Mina.

Los días siguientes jugamos a las escondidillas, luego a buscar objetos escondidos y, al tercer día, a la guerra en la colina. Cada quien tenía que hacer un castillo y defenderlo. Fue en esos momentos cuando los monstruos nuevamente aparecieron.

—¡Ahí están! —grita uno de ellos.

Estoy arreglando la cerca de mi fuerte cuando escucho la amenaza y corro con todo lo que puedo hacia el castillo de Mina. En mi cara pasan a toda velocidad las ramas y los árboles, en mis pies las piedras estorban pero reconozco bien el terreno y puedo avanzar lo más rápido que puedo. Escucho un grito de ella, de auxilio, llorando pidiendo ayuda. Acelero mi paso y me golpeo de frente con uno de esos engendros, caigo de espaldas y sangrando de la nariz.

—¿Tú eres el que se siente muy valiente? —me dice un monstruo con lentes oscuros.

—¡No le hagan nada! —le exijo y me calla con el disparo de su arma. Siento caliente el cuello, me toco un poco y tengo un hueco quemado. Pierdo el espíritu, el tiempo y el espacio.

—¿La volviste a ver? —pregunta la doctora después de un largo silencio.

—Jamás.

El estado consciente y reflexivo del recuerdo me deja cabizbajo. Me toco levemente la cicatriz cerca de mi oreja y la sangre me desciende por la cara, llega rápidamente al estómago y comienza la migraña. Siento un vacío en el alma, en todo el cuerpo, en todo el universo. Siento que muero.

—¿Qué pasó después?

Fueron días de libertad, de sonrisa espiritual. Sus ojos sinceros y su espíritu siempre abierto, inquieto, siempre conociendo, inquisitivo y travieso. Nunca reí tanto en mi infancia como esos pocos días de utopía libertaria y nunca sentí el mundo como un lugar feliz. El mundo sin adultos. Sólo dos niños viviendo en el paraíso, siendo libres y sinceros.

—Dime qué pasó después —insiste.

—Rousseau.

—¿Qué con él?

—Rousseau tenía razón.

Continúa 13

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".