Ser y Devenir 117

El sol me niega y, como dice David Bowie en Space Oddity, no puedo hacer nada al respecto.

La primera vez que me castigaron en la torre Oeste tenía tanto miedo que no me separé de la puerta ni por un momento, sin nada para cubrirme del frío y en completa oscuridad infringida únicamente por la línea horizontal de la luz amarillenta por debajo de la puerta iluminando mis manos, mis dedos y mis uñas mordidas. Mis primeras veinticuatro horas de castigo se debieron a mi primer enfrentamiento con el profesor Jürgen en su clase de American History, irónicamente, antes de cumplirse mis primeras veinticuatro horas como alumno del Humboldt Trinity College.

I want to introduce you Serner, your new classmate.

Estaba de pie frente a todos, con uniforme nuevo y cabello aún corto por las superadas quemaduras, nula sonrisa, semblante luctuoso del alma y pronunciadas ojeras bajo mi ceño sombrío. Todos me observaron detalladamente mientras me dirigía, sintiendo cada pisada de mi andar como el más pesado de los desfiles, hacia un pupitre vacío al fondo derecho del salón. Escuchaba con claridad los cuchicheos a mi paso, que si soy latino, que si soy mexicano, que si soy un loco salido del manicomio o un heredero millonario. Me senté, suspiré hondo y recargué un poco la cabeza en la pared, sentí una mirada a mi derecha, volteé y me encontré con los extraños ojos grises de Noah Bernstein. Parecía chica, era rubio y de facciones muy finas, voz suave y piel muy blanca.

—Hola —me dijo estirando delicadamente su mano y, luego de una pausa, lo saludé asintiendo en lo que procesaba su excentricidad.

—¡Ponga atención, Bernstein! —exclamó Jürgen y Noah se sentó derecho en su asiento—. Usted también, Serner.

Una clase excesivamente aburrida, dos horas de pesadas lecturas e inmensos textos en inglés y, mientras escribíamos un ensayo sobre la Convención Constitucional de Filadelfia, pegué mi frente sobre la mesa del pupitre y, embarazosamente, me quedé dormido. Valió la pena.

Soñé con Nietzsche, nos encontrábamos en la explanada de Ciudad Universitaria (UNAM) y, mirando el mural de Juan O’Gorman en la Biblioteca Central, me dijo:

—Estoy asombrado por los colores conceptuales de su cultura, tanto para bien como para mal. Bien por su estética, la guía para su verdadera ética cultural; mal por su lógica de victimización, irresponsabilidad de sus propios actos históricos culpando siempre a “los otros” y, lo peor de todo, su permanente cristianismo. Los prefería completamente dionisiacos para occidente, murieron como vivieron, pero ustedes (los mexicanos actuales) viven como mueren, es decir, ya no tienen nada de aquellos hermosos seres.

Y, sumamente emocionado, comienza a explicarme sobre las diferentes caracterizaciones de seres humanos y su relación metafórica con los animales, i.e., así como en el mundo animal hay asnos, serpientes, borregos, camellos, águilas, leones, etc., en el mundo de los humanos también se proyectan dichas características.

—¿Qué animal eres tú? —me pregunta.

—¿Según tus metáforas?

—Las que tú quieras.

—Un lobo estepario —respondo luego de breves momentos en que pienso en mi constante soledad literaria.

—¡Serner! —me despierta Jürgen de un grito, levanto la cabeza y mis compañeros se pone de pie y salen del aula entre risas—. You are punished!

En la torre Oeste volví a tener ese miedo que, sin embargo, aprendí a tolerar con el tiempo. No quiero filosofar pero no puedo evitarlo. ¿Qué es el bien? Nuevamente la pregunta. ¿Qué es el mal? Nuevamente las respuestas contradictorias. ¿Cuál es el límite de demarcación entre ambas? Nuevamente mis pendejadas. Escucho un leve gemido, volteo y sólo vislumbro la densa oscuridad del pasillo. Pinche Nietzsche, nomás me deja pensando sobre el bien y el mal; sin embargo, tenía razón el cabrón. ¡Y tenía razón pero, paradójicamente, por no poner a la razón por arriba de todo! Existe la razón (metafísica) y la razón (del devenir), la primera niega el cuerpo y la segundo lo incorpora.

Me quedé dormido, sentí una mano en mi hombro y, al abrir los ojos, vi a Higgins (el prefecto de primer año) ofrecerme una cobija con el escudo del colegio. Se disculpó por el castigo, para él en excesivo severo, y me dijo que podía evitar las clases de ese día para recuperarme.

—El cristianismo —me dice Nietzsche en mi cuarto, el cual no comparto con nadie por instrucción en el testamento— es la moral que generaliza, que afirma “todos somos iguales” desde una voz, la del Nazareno, que curiosamente se diferenciaba de todos identificándose con Dios mismo, su Hijo o el invento de ambas absurdas categorías teológicas.

—Si todos los individuos somos diferentes, entonces, para cada uno de nosotros corresponde una moral particular. ¿Esa es la idea?

Nietzsche asiente, reflexiono unos momentos y continúo:

—Podemos coincidir con las normas de otros, pero en este sentido no puede haber lógicamente dos morales exactamente iguales. Y con “exacto” apelo más a la legitimidad que a posibles coincidencias de arbitrario criterio.

—Para individuos comunes —concluye al anochecer—, reglas comunes. Y para individuos especiales, reglas especiales.

Tocan a mi puerta, pregunto y es Noah. ¿No vas a cenar? Abro la puerta, baja la mirada tímidamente y vuelve a preguntarme:

—¿No vas a cenar?

—No tengo hambre.

—Yo tampoco —me dice sonriente.

—Pues ya somos dos —y cierro la puerta en su cara, me echo en la cama y saco mi libreta para hacer apuntes. Vuelven a tocar.

—¡Quién!

—Soy yo —vuelve a decirme.

—¿Qué pasó?

—Ya me voy.

—Que te vaya bien.

—Que descanses.

—Gracias.

Bye.

Ya ni contesté, me puse a escribir y, luego de entintar más de cien hojas de poesía filosófica en mi libreta, terminé a las tres-veintidós de la mañana. A las cinco-treinta nos levantan, a las seis desayunamos y a las siete entramos a la primera clase. Para personas comunes, reglas comunes. Pero yo salgo de mi cuarto hasta las seis-cincuenta y cinco, sin desayunar y directo al aula del profesor Goldman para su clase de Ética. Todos me miraron al entrar, empero, ahora respondía gestualmente y, sinceramente, esperaba el primer pretexto para comenzar una trifulca. No mames. Es en defensa propia. Si dos días antes me había aguantado era porque era nuevo, pero ahora no iba a tolerarlo. Me siento en mi lugar, saludo a Noah con la mirada y, al mirar adelante, veo el odio en los ojos de Kalten, el líder del grupo neonazi que, meses después de regresar de Texas por su fractura, fue encontrado muerto en el gimnasio.

Lo saludé asintiendo y éste me puso pito con el dedo, entonces le menté la madre (como hacemos en México) pero no me entendió, así que le aventé un pinche lápiz.

—¡Serner! —me regaña Goldman, me quedo callado y éste comienza a dar una introducción al tema. Kalten me amenaza simulando una pistola con su mano. Le pongo pito con el dedo y él me mienta la madre sin saber el pendejo, hasta ese momento, lo que significaba su gesto.

Goldman nos habla de la moral platónica, aristotélica y, finalmente, subraya la kantiana como la filosofía, según el pendejo, como la neta del planeta. Es entonces cuando recibe mi respuesta y comienza la discusión:

—La moral es sólo un recurso normativo de las comunidades para satisfacer sus necesidades y resolver problemas, y como estas necesidades residen en el cuerpo más que en la razón, entonces, somos diferentes, por tanto, morales diferentes.

—Somos diferentes, pero no moralmente.

—El bien y el mal debe ser una construcción individual.

—¿Un imperativo?

—Un principio lógico.

—¡Es una contradicción!

—La principal fuente de mal-interpretación sobre Nietzsche reside en que sus textos son interpretados metafísicamente cuando su filosofía redimensiona dichos conceptos a partir de una perspectiva del devenir, es decir, se le lee no sólo con los lentes equivocados sino, peor aún, con los lentes que precisamente él quiere destruir.

Du wirst bestraft!

Mi segunda vez en la torre Oeste me atreví a conocer un poco más el lugar, prendí una lámpara de aceite y comencé a explorar los libros. Un gemido. Volteo, distingo una sombra y siento escalofríos. El gemido de un niño. Mi corazón late fuerte, la madera rechina y la sombra se mueve. Otra vez el gemido. ¿La sigo? Tengo miedo pero no puedo evitar ser inquisitivo. Vamos. ¿A quién le pregunto si no está mi hermano? A ti mismo.

Seguí la itinerante sombra, llegué hasta el fondo y, luego de levantar una manta que cubría un gran cuadro, descubrí el retrato de un niño con el viejo uniforme de la escuela.

Otro escalofrío.

Al día siguiente busqué al profesor Goldman, lo esperé afuera de su oficina y, luego de pedirle disculpas por mi comportamiento nietzscheano, lo ví marcharse en su auto por la carretera a la orilla del lago. ¿Recuerdan a los estudiantes de teatro? Algo así pasó con Goldman, pero en vez de encontrar el barranco en su camino el profesor encontró el fondo frío del lago como destino.

¿Cuál es la trampa del cristianismo? La moral es una manera en que la mediocridad intenta homogeneizar su naturaleza. La moral de rebaño. Eso es lo que debilita, hunde e impide que el individuo desarrolle su potencialidad. Por ejemplo, si Napoleón hubiese actuado según el imperativo categórico de Kant pues no habría hecho nada, habría pensado como la generalidad y de ahí no hubiese pasado. En cambio pensó: “Yo soy chingón y me voy a chingar a todos”, y fue lo que hizo. O el caso de Jesucristo. ¿Es deseable que todos hagan una revolución? No, desde el punto de vista kantiano, sin embargo, él lo hizo y su filosofía cambió la moral invirtiendo los valores griegos.

—He aquí una muestra —concluyo dos semanas después en mi exposición durante la clase de Ética con el profesor Wolfgang, el sustituto de Goldman— de que ha habido, hay y habrán morales diferentes y, filosóficamente, todas auténticamente legítimas.

 

Continúa 118

 

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".