Si Dios muere parece que nos caemos en la nada, pero eso es únicamente desde una perspectiva de pérdida, digamos, de lo que creíamos era una segura y consoladora agarradera de naturaleza trascendental, pero desde otra perspectiva es como si te quitaran todas tus cadenas.
—Lo único bueno del internado en Lake Tahoe es que no tenía que tomar ningún medicamento, como si le quitaran grilletes a mi mente y, como todo en mí, dos polarizados efectos acaecen. Perdía la noción del tiempo con mayor frecuencia, olvidando por momentos dónde me encontraba y/o qué estaba haciendo. Lo bueno, por otra parte, es que fui canalizando una energía filosófica en extremo poderosa, disciplinando una creativa explosión mental y, lo más importante, mis instintos estaban más despiertos que nunca.
—¿Y actualmente estás medicado? —me pregunta Marion, intento decir algo pero, al final, sólo niego con la cabeza, bajo la mirada y le doy un trago a mi cerveza—. ¿Por qué no?
—Ya no las necesito.
Me mira con sospecha y rápidamente cambio de tema hablándole sobre la obra, su actuación y mi reseña. Es linda, me agrada mucho y no quiero echar a perder las cosas con ella.
—¿Alguna otra cosa? —nos pregunta una mesera.
—¿Quieres un mezcal? —propongo a Marion y, luego de una pausa, ella asiente sonriente—. Para festejar.
—¿Para festejar qué?
—No lo sé, pero vamos a festejar ¿no?
—Pero sólo uno —me aclara tres horas antes de acabarnos la botella.
Si realmente existe un fundamento metafísico de la moral, eso significa que el concepto de bueno siempre ha sido bueno y el concepto de malo siempre ha sido malo, empero, ¿es esto el caso?
—Nein! —Nietzsche, quien vuelve a gritarme en alemán, utiliza la historia para mostrarme que dichos conceptos, efectivamente, han cambiado.
—Entonces no existe una verdadera metafísica de la moral.
—¡Las implicaciones son dinamita!
—Pero si no hay una moral absoluta y, por tanto, fundamental, entonces podemos decir que existen muchas morales auténticas.
—¡Todas legítimas!
—A eso me refería con auténticas.
—Du hast es sehr gut verstanden!
—Sí, sí, pero ya deja de gritar.
Nietzsche me mira ofendido, se da la media vuelta y camina a una de las ventanas de la torre Oeste donde muy sentido se queda observando el paisaje. Ojalá mi hermano estuviera aquí.
—No me gusta Nietzsche —me dijo una tarde en el rancho—. En Así hablaba Zaratustra nos llama tarántulas.
—¿Tarántulas? ¿A quiénes?
—A los revolucionarios.
—¡A los comunistas! —me aclara Nietzsche dejando de ver por la ventana—. Se dicen justos cuando sólo los motiva el odio, su manifiesto es tan sólo un inventario de su propio resentimiento y llaman justicia a saciar su deseo de venganza. No, los seres humanos no somos iguales, ¡partamos de la idea de que somos diferentes!
—¿Tú le crees, hermano? —me preguntó, volteé a mi alrededor y niños más chicos que yo trabajando en condiciones terriblemente precarias.
—Creo que están hablando de cosas diferentes.
—¿A qué te refieres? —me preguntan ambos al unísono, aunque en diferentes tiempos.
—Son dos conceptos distintos de igualdad y diferencia.
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Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".