Ser y Devenir 105

Estoy frente a los restos carbonizados de la choza de la chamana, dos perros milperos husmean el área y algunas aves cantan consuetudinariamente el final de una mañana. El sol en lo alto me grita desesperado. ¿Elisa? En la casona me dijeron que ella, su burro y su abuela se fueron del rancho para siempre. ¿Dónde estás? Busqué en todos los predios, en todas las huertas, potreros y galeras; busqué en todas las bodegas, en la tienda de raya y naves industriales de mi abuelo. Pero nada. ¡Elisa!

—¿Por qué lloras? —me pregunta un niño de grandes cachetes rojos con resortera de madera en una mano y una piedra de río en la otra.

—No estoy llorando —respondo mientras oculto las lágrimas en mi rostro.

—Tú eres el nieto de mi padrino ¿verdad?

—¿Quién es tu padrino?

—¡Pues tu abuelo!

—¿Te refieres al patrón?

—Es tu abuelo ¿no?

—Lamentablemente.

—¿Por qué?

—No me gusta.

—¿No te gusta ser rico?

—Yo no soy rico —aclaro.

—Pues vives como rico.

Quiero contestarle algo en mi defensa pero prefiero el silencio, por su verdad y mi falta de autenticidad. No soy nadie. Aspiro hondo, me siento en el pasto y escondo mi cabeza entre las piernas.

—Aquí vivía mi abuela —me dice.

—¿Eres nieto de la chamana?

Asiente, se limpia el moco con el antebrazo y atento voltea hacia las alturas de los árboles. Escucha cosas que yo no escucho, como quien ve cosas que no todos ven igual. Apunta, saca un poco la lengua y dispara. Una parvada emprende el vuelo cubriendo por instantes todo el panorama del cielo. El niño se lamenta por haber fallado, me voltea a ver apenado y, pateando la tierra jugando, prosigue su camino.

—Antes de que te vayas… ¿Sabes dónde puedo encontrar a Elisa?

Lo piensa y vuelve a limpiarse el moco con el antebrazo:

—¿Ya buscaste en el matadero? —me sugiere mientras observa los árboles y, luego de unos momentos, se aleja cantando en náhuatl y perdiéndose de vista por una vereda.

Sólo había un lugar en el que me faltaba buscar.

Ubicado en la parte oriente del rancho, residía en lo que antes era una fábrica de refrescos de manzana y estaba dividido en tres grandes partes. El corral techado de lámina, donde se dividía el ganado en cuanto a peso y raza; la galera roja, donde empleaban maneras tan primitivas como cortarles el cuello y dejarlos desangrar hasta su muerte (sin mencionar el brutal maltrato durante todo el proceso); y, por último, la carnicería, donde se cortaba y separaba la carne de las vísceras. Sin embargo, por más sangriento, monstruoso y grotesco que pareciera lo anterior, ello no era lo más horroroso de aquella versión del infierno. En las tres etapas del negocio trabajaban unos cincuenta niños y niñas en condiciones precarias, terribles tratos por parte de los capataces y, además de ni siquiera recibir el salario mínimo, sin ningún cuidado sanitario. A pesar del tremendo frío, la mayoría laboraba descalzo. La explotación capitalista en su máxima expresión.

—Dice tu abuelo que orita viene por ti —me informa el administrador de turno con el teléfono en la mano, empero, no le hago caso—. ¿Sí me escuchaste? ¡Hey, te estoy hablando!

—Qué.

—No te muevas de aquí.

—¿Por qué no?

—Son órdenes de tu abuelo.

Lo miro fijamente a los ojos y, por más que lo intento, el cabrón no desvía la mirada y, por el contrario, se queda también observándome fijamente. Mis ojos comienzan a enrojecerse por falta de parpadeo y, sorpresivamente, me echo a correr. El sujeto queda en pausa por un lapso y, cuando ya estoy cerca del portón principal, reacciona:

—¡Agarren a ese niño!

Cuando algunos voltean, unos me miran y otros apenas se enteran, yo ya me estoy zambullendo en el monte. En la selva negra nadie me encuentra. ¿Adónde vas? Voy a buscarte.

Sin embargo, la cabaña en El Torreón estaba completamente abandonada, sin techo e invadida por la flora boscosa. No la recuerdo así. Me asomé y, por supuesto, no había nadie. ¿Dónde estará? Me senté al pie de un árbol aledaño, suspiré hondo y cerré los ojos pensando. ¿Dónde estarás? La última vez que vine platicamos. ¿O no? ¿Cuándo fue? ¿Mi abuelo sabrá de este lugar? Comienza a hacer frío. ¿Qué voy a hacer? La neblina desciende cubriéndome. No puedo seguir así. ¿Estoy solo? Aparece un venado. No puedo seguir sin saber quién soy. El ciervo come pasto, parece que está flotando y voltea a verme. No estoy solo. El ruido de unas pisadas. El venado desaparece de un brinco entre el perpetuo verde del follaje y las nubes con ansias terrenales. Las pisadas cada vez más cerca. ¿Hermano?

—¿Qué haces aquí? —me pregunta.

—Te estoy buscando.

—¿Aquí?

—Aquí me dijiste que estabas ¿no?

Ríe, se sienta a mi lado y me pasa su brazo diciéndome:

—Estás loco ¿lo sabías?

—Tenías razón. Mi abuelo es un ojete. No quiero volverlo a ver. Nunca más.

—Te avergüenza mucho ¿verdad?

—No soporto ver de todo lo que es capaz sólo por dinero.

—Te lo dije ¿no es así?

—¿Dónde estuviste?

—¿Te refieres ahora o hace tiempo?

—No sé…

—No te preocupes —me dice—. Hay solución.

Lo miro, suspiro hondo y le pregunto:

—¿Por qué siendo gemelos somos tan diferentes?

Las condiciones materiales determinan el pensamiento.

—El cambio revolucionario se da cuando los medios reproducción y las relaciones de producción llegan a ser tan antagónicos que acaece un rompimiento que cambia por completo el sistema económico, por consiguiente, el contenido de su estructura, e.g., la filosofía, la ciencia y la cultura.

—¿Cómo podemos agudizar dicho antagonismo?

—Mostrando a la gente cómo funciona realmente la economía.

—Ese es un paso necesario, pero no creo que sea suficiente.

—También podemos encender la chispa.

—¿Cómo?

—Destrúyelo todo.

Silencio.

—No puedo hacerle eso a mi abuelo.

—Entonces no eres un revolucionario.

—Nunca dije que lo fuera.

—Porque el sistema aún te oculta el verdadero trasfondo del poder.

 

Continúa 106

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".