Semántica política o política semántica

Es por todos conocido el confuso lenguaje que utilizan los políticos, quienes parecen buscar las palabras más rebuscadas para ocultar la verdad y así manipular a la gente.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.

¿Por qué no decirle al pan, pan y al vino, vino?

La verborrea política en diferentes países del orbe parece advertir que el ejercicio de gobierno les pertenece a los expertos, los cuales, en la mayoría de los casos, no son los políticos o integrantes de la clase política (concepto de Charles Wright Mills, quien, por cierto, no era politólogo sino sociólogo).

¿No se han topado con un discurso en donde se utilizan términos tan rebuscados de políticos, que Cantinflas parece agua clara con relación a los laberintos discursivos de esos políticos? ¡Claro que les ha pasado!, nos ha sucedido a todos, hasta que la estupidez nos llega al cuello.

Este vacío de lenguaje de la clase política podría ser explicable, y justificable, si su acepción técnica lo ubicara sin salidas por ser un lenguaje propio, pero, salvo raras excepciones, la semántica de la verborrea suele ser el gatopardismo lexicológico del “hacer parecer que todo cambia para que nada cambie”.

Los cuellos de botella que provocan las palabras vacías, y no solo porque esconden lo que quieren decir los miembros de la clase política, sino también porque no saben lo que dicen -y lo que es peor: no cumplen lo que prometen-, nos llevan a la desolación social que vertimos en una frase que decimos cuando no entendemos lo que alguien argumenta: “Hablaste como diputado; ¿cómo?; puras pendejadas”.

Conocer a políticos claros, diáfanos y humildes es una de esas cosas que pocas veces nos da la vida; me vienen a la mente dos políticos muy sentidos por su lenguaje provisto de semántica social, del pueblo y para el pueblo: Salvador Allende y José Mujica, quienes han marcado un rumbo de crítica social que a veces se nos olvida.

Pedir coherencia en el lenguaje político es una prioridad en nuestro tiempo, es necesario que la palestra política no haga semántica palaciega, es decir, que utilice el lenguaje como decoración del discurso; además, que no se esconda en la palabra encriptada, porque la política se hace para todos, no para la clase política exclusivamente.

Hablar con claridad es un rasgo distintivo de la humildad y en muchas ocasiones, el preámbulo de la verdad.

 

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CRONOS - Carlos Barra Moulain

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