Se pagará la factura de la inexperiencia

Aunque los alcaldes ganadores de las elecciones reciben todo tipo de capacitaciones, parece que no es suficiente. Casos como el presunto nepotismo de Lorena García en Tulancingo; la fiesta en la oficina de la alcaldesa de Singuilucan, Yazmín Dávila; o las malas prácticas de Carlos César Pérez Escamilla de San Felipe Orizatlán son muestra de que la inexperiencia sale cara.

Lo peor que puede ocurrir en un país, en una entidad y en un municipio es tener gobernantes ocurrentes, que creen que pueden engañar a la gente y que, además, no estén preparados para llegar a ocupar el cargo conferido. Invariablemente, un político con estas características está condenado al fracaso.

 

En este espacio hemos dado cuenta de muchos escándalos y excesos en los que han incurrido principalmente presidentes y presidentas municipales en Zempoala, Tizayuca, Ixmiquilpan, Tepeji del Río, Zacualtipán, San Felipe Orizatlán, entre otros, y es que con apenas tres meses que se renovaron las administraciones, la cosa no pinta bien en el futuro inmediato.

 

Cuando concluyen las campañas y se conoce a las y los ganadores de la contienda electoral, casi de inmediato dan inicio una serie de capacitaciones de todo tipo y naturaleza, como en asuntos financieros, jurídicos, de contraloría, de obras públicas; en fin, se hace un esfuerzo para lograr tener gobernantes enterados y preparados para los retos venideros.

 

Lamentablemente no es suficiente, porque cuando los políticos llegan al poder tienen un efecto transformador que los aleja de su buen propósito de gobernar y, por el contrario, para ese entonces ya no escuchan, ya no atienden las recomendaciones y simplemente van generando una estela de conflictos que se convierten en grandes crisis.

Lo ocurrido, por ejemplo, en el Ayuntamiento de Tulancingo, donde la alcaldesa Lorena García fue acusada de presunto nepotismo y terminó en un enredo en el que no salió bien librada, pese a la explicación que se emitió a través de un comunicado.

 

Por otro lado, en el municipio de Singuilucan, la alcaldesa Yazmín Dávila agarró su oficina en el Ayuntamiento como tugurio y festejó su cumpleaños, dándole rienda suelta a las bebidas alcohólicas y hasta en los videos filtrados se aprecia que bailaron de trenecito en un espacio que tendría que ser ocupado para asuntos de interés oficial.

 

Y, por si fuera poco, una vez más el multicitado alcalde de San Felipe Orizatlán, Carlos César Pérez Escamilla, no hay semana que no se meta en un problema y sea exhibido públicamente por sus malas prácticas gubernamentales y ocurrencias, lo que ha generado decepción colectiva.

 

Hay que recordar que este presidente municipal hace unos días compartió cerveza y saliva con una diputada local; de igual manera, ha permitido que gente armada ande sin restricción alguna en el municipio, lo que provoca problemas en materia de seguridad.

 

Recientemente, el alcalde Escamilla fue exhibido por el Club de Futbol Pachuca, luego de que se le ocurriera inaugurar una supuesta escuela de futbol filial al equipo de los Tuzos, lo que provocó de inmediato que la institución emitiera un comunicado para desmentir al presidente municipal, lo que lo dejó mal parado con los pobladores, porque el equipo se deslindó de lo anunciado por el alcalde.

 

Así se gobierna en los municipios de Hidalgo, así gobiernan las nuevas caras de la política. De nada sirve invertir en capacitaciones si las y los alcaldes hacen oídos sordos, de nada sirve un cambio de raíz de la vieja y rancia política. Las improvisaciones también tienen un costo que el tiempo se encarga de cobrar la factura.

 

EL CONSPIRADOR 


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