Hoy inicia la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), aunque nadie hubiera deseado que se efectuaran en la antesala de las elecciones generales de 2018 y tuvieran consecuencias nefastas para el gobierno federal, que desde el inicio de la campaña a la presidencia de Donald Trump mostró su desatino con comentarios en su contra. Ahora la suerte ya está echada; lo real es que nada podrá ser igual para México después de la renegociación del Tratado.
Es Washington el anfitrión de la primera ronda de la renegociación del TLCAN. La sesión tiene como objetivo revisar el documento para buscar una mejor variante para Estados Unidos, tal como Trump lo prometió a sus electores, porque como está diseñado ha sido ventajoso para México, aun con los problemas que ha presentado en el tema del transporte. Canadá, por su parte, se sienta en la mesa de las negociaciones forzado por la inconformidad de Estados Unidos.
Renegociar el TLCAN o sacar a Estados Unidos porque se les roban empleos a sus ciudadanos fue una de las promesas que hicieron presidente a Donald Trump. En el tema comercial, también prometió sacar a su país del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y hacer frente a China, lo cual hasta hoy ha cumplido.
Aun cuando China es el principal acreedor de Estados Unidos y detesta verse inmiscuida en disputas comerciales en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC), ahora parece estar dispuesta a enfrentar las acciones estadounidenses iniciadas en su contra. Trump acusa a China de tener prácticas desleales en el tema de propiedad intelectual, pero Beijing ha advertido sobre los riesgos de desencadenar una guerra comercial donde nadie ganaría y todos perderían.
El gobierno de Trump parece decidido a enfrentar una potencia, su principal acreedor, con la cual tiene múltiples negocios y hoy es su segundo socio comercial. ¿Por qué razón deberíamos suponer que sea condescendiente con México y lo que surja de la renegociación del TLCAN sólo sean beneficios? Evidentemente las cosas no podrán ser así, pues el superávit comercial de 1.7 mil millones de dólares de 1993 sobre México hoy se ha tornado en un déficit de casi 64 mil millones de dólares para Estados Unidos, el mayor de ellos después de China con 347 mil millones, Japón con 69 mil millones y Alemania con 65 mil millones de dólares. Estados Unidos quiere modificar ese déficit y ello tendrá consecuencias negativas para el comercio actual de México.
El reciente fracaso del Obamacare y las dificultades que está teniendo Trump para construir su muro fronterizo con México -para el cual el Congreso le ha aprobado ya una pequeña partida- no deberían alentar el optimismo del gobierno mexicano en la renegociación del TLCAN. El Tratado surgió a petición de Estados Unidos y está en vigor desde 1994, pero bien podría estar viviendo sus últimos días.
Para alegría del gobierno mexicano, la retórica deTrump ha cambiado desde que llegó al poder. La amenaza de sacar a su país del TLCAN la ha cambiado por su convicción de que la revisión del Tratado arrojará resultados beneficiosos para tres países que los hará más fuertes. Al igual que lo que pasa con la economía china y las enormes inversiones asiáticas en su país, la Cámara de Comercio de Estados Unidos ha informado que existen 14 millones de puestos de trabajo que dependen del TLCAN. Sin embargo, el tema del comercio con China y México, el TLCAN, fueron sus caballos de batalla en la campaña presidencial yTrump no puede aparecer frente a sus electores como un mentiroso, menos si quiere reelegirse.
Estados Unidos ha hecho públicos sus objetivos en la renegociación, los que incluyen la posibilidad de reintroducir aranceles para ciertos productos, pero ello implica la aprobación por paneles de negociadores de los tres países, lo cual quiere eliminar el presidente. A la vez, este país exige una mejora en la protección de los derechos de propiedad intelectual y la adopción de normas más severas sobre trabajo, algo que podría afectar a las empresas mexicanas con salarios bajos y prestaciones inferiores a las de sus socios.
Para México, la renegociación del TLCAN constituye un reto: el gobierno quiere preservar ese mercado que le ha permitido multiplicar por siete sus exportaciones y al cual envía anualmente poco más del 82% del total de lo que exporta, pero el cual sólo le ha permitido crecer a una tasa promedio anual de 2.6%, multiplicando la pobreza, que ya supera los 55.3 millones de mexicanos. Pero lo peor de todo para el gobierno es que frente al fiasco de las reformas económicas aprobadas en 2013, las cuales sólo le han permitido crecer en 2.2% en promedio anual, los escándalos de corrupción, el fracaso de la renegociación del TLCAN no sólo podrían frustrar la recuperación de la economía, sino enterrar las aspiraciones electorales del PRI en 2018 en todos los niveles.
Es indiscutible que el libre comercio ha sido beneficioso para las empresas y los consumidores durante estos años, pero no así para millones de pobres que no tienen acceso al mercado de consumo, que están marginados de él; para millones de campesinos mexicanos que no pueden competir con los subsidios agrícolas de Estados Unidos y Canadá, los cuales han terminado por vender sus tierras y emigrar en busca de trabajo.
En términos de creación de comercio, el TLCAN ha triplicado los flujos comerciales entre los tres países; sin embargo, los intereses de Estados Unidos parecen haber cambiado hoy y en su empeño de poner obstáculos al libre comercio podrían poner fin a esta etapa primaria de integración regional de las tres economías del norte de América, hundiendo a México en una grave crisis económica en medio de las elecciones presidenciales de 2018.
El deseo de Trump de revertir los déficit comerciales con sus principales socios, y repatriar empresas y empleos, podría provocar una enorme desviación del comercio mundial y reducirlo, afectando a la propia economía estadounidense. La recuperación de la crisis iniciada en Estados Unidos en 2008 pasa por mejorar los flujos comerciales y obstruirlos podría seguir postergando el crecimiento mundial; sin embargo, para México significaría volverlo a su realidad y terminar con la dependencia de Estados Unidos, recuperar finalmente su propio protagonismo y dejar de tratar de agradar a Trump, como en el caso de la crisis de Venezuela y su reciente rol en la OEA.
Por: José Luis Ortiz Santillán
Economista, amante de la música, la poesía y los animales. Realizó estudios de economía en la Universidad Católica de Lovaina, la Universidad Libre de Bruselas y la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba. Se ha especializado en temas de planificación, economía internacional e integración. Desde sus estudios de licenciatura ha estado ligado a la docencia como alumno ayudante, catedrático e investigador. Participó en la revolución popular sandinista en Nicaragua, donde trabajó en el ministerio de comunicaciones y de planificación. A su regreso a México en 1995, fue asesor del Secretario de Finanzas del gobernador de Hidalgo, Jesús Murillo Karam, y en 1998, fundador del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.