Si bien es cierto que el aumento del número de refugiados se justifica en gran medida por la guerra en Afganistán, Iraq y Siria, los desastres naturales y la degradación de las condiciones de vida de la población producto de los cambios climáticos también aportan a este fenómeno.
Los desastres provocados por las lluvias en México, Chile, Brasil o China, y el aumento de la sequía en África subsahariana, por ejemplo, sólo son una muestra de la fragilidad de los ecosistemas y de sus efectos desestabilizadores sobre los asentamientos humanos. Esos desastres naturales no sólo implican pérdida de vidas humanas, problemas de hambre y el aumento del empobrecimiento entre la población que pierde todos sus bienes, sino también ponen a millones de personas en el camino de los refugiados.
La Organización para la Agricultura y la Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas (FAO), esta semana celebra en Roma su Conferencia bienal y su director general, José Graziano da Silva, ha recordado que cerca del 60% de las personas afectadas por el hambre o un conflicto, hoy son refugiados que viven en distintos puntos del planeta. De 2008 a 2014, en promedio cada año se han desplazado más de 26.4 millones de personas, de acuerdo a las estadísticas frías del “Internal Displacement Monitoring Centre” (IDMC).
El peligro de inestabilidad en el planeta va en aumento. El control de suministro de agua dulce, las revueltas contra la deforestación, las tensiones relacionadas con la afluencia de refugiados que huyen de la sequía y las inundaciones, todas ellas son causas potenciales o reales guerras en la Tierra hoy. En un informe encargado por el grupo de los 7 países más ricos del planeta (G7), el Instituto Alemán de Adelphi ha revelado que desde el final de la Segunda Guerra Mundial se han producido 111 conflictos atribuibles a los factores mencionados, entre los cuales 79 están en curso, 19 son considerados de intensidad máxima, incluyendo los conflictos en Darfur, África, donde la lucha se agudiza por garantizar el acceso al agua.
Por otro lado, investigadores de la Universidad de Berkeley han estimado que desde 1980 el aumento de las temperaturas en el África subsahariana, eleva 11% el riesgo de guerra en esa zona. Si el calentamiento global no se detiene, se incrementará en un 54% esa probabilidad para el año 2030 en todo el continente.
El cambio climático exacerba el impacto de los conflictos entre la población afectada, de acuerdo a los investigadores. Por ejemplo, en la guerra civil que enfrenta Siria, se ha experimentado la sequía más larga de la historia reciente de la región, con la pérdida de la cosecha más grande de la historia: unos 22 millones de personas, más de un millón y medio de campesinos y pastores, han sufrido la desertificación en su entorno y los ha empujado a emigrar.
Según las investigaciones, el año pasado el cambio climático provocó más de 7 mil víctimas, afectó la vida de 400 millones de personas, generó 20 millones de desplazados y refugiados, y causó daños estimados en más de 100 millones de dólares. De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), los refugiados climáticos podrían llegar a más 250 millones en 2050.
Los desastres naturales son una variable que habrá que considerar en la vida diaria y en los presupuestos nacionales. La falta de acceso a los recursos y la degradación del medio ponen en riesgo la seguridad alimentaria, y dejan en puerta nuevos conflictos armados y alimentan el terrorismo, haciendo del planeta un mundo menos seguro, donde sólo la cooperación internacional de todos los países podrá salvarnos.

Por: José Luis Ortiz Santillán
Economista, amante de la música, la poesía y los animales. Realizó estudios de economía en la Universidad Católica de Lovaina, la Universidad Libre de Bruselas y la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba. Se ha especializado en temas de planificación, economía internacional e integración. Desde sus estudios de licenciatura ha estado ligado a la docencia como alumno ayudante, catedrático e investigador. Participó en la revolución popular sandinista en Nicaragua, donde trabajó en el ministerio de comunicaciones y de planificación. A su regreso a México en 1995, fue asesor del Secretario de Finanzas del gobernador de Hidalgo, Jesús Murillo Karam, y en 1998, fundador del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.