El fallecimiento de Fidel Castro no sólo ha dejado dudas en la isla sino fuera de ella, cuestión que merece un análisis primario.
En primer término, el socialismo en Cuba no termina con la muerte de Fidel, como tampoco se provocó un vacío de poder ante su dimisión como Primer Ministro, hace poco más de diez años.
Los ojos se ciernen sobre Raúl Castro, se señala que no cuenta ni con el carisma ni el liderazgo que siempre tuvo Fidel, cuestión que es verdad, pero que no ha cambiado el rumbo sustantivo de la historia para todos aquellos que consideran que el régimen de la isla tiene las horas contadas.
Lo cierto es que el régimen cubano cuenta con legitimidad, y los ojos de los que quieren que caiga están puestos en las nuevas generaciones que podrían alterar la correlación de fuerzas, tema cuestionable y aún cuestionado ante la firmeza e incluso convicción política de la mayor parte de las nuevas generaciones por defender la Revolución.
¿Qué pide la generación de la postrevolución? Revolución con apertura política sin sacrificar los logros de un orden sistémico que ha tenido avances significativos en la dignificación humana, pero que aún no genera todos los dividendos que se esperan de un sistema socialmente comprometido; aunque algo está claro: en un sistema con esta lógica hay que trabajar para el todo social, por lo que los frutos individuales no tienen la misma lógica que en el capitalismo.
Más allá de Raúl, el sistema socialista en Cuba no sucumbirá, por más fiestas y bacanales que realicen los cubanos de Miami, así que nadie puede echar las campanas al vuelo porque el slogan sigue vivo.
¡Hasta la victoria, siempre!
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
