Los ultrajes que viven las mujeres se han vuelto diálogos inenarrables cuyos horrores dejan estupefacta a un alma bien entendida; sin embargo, en la mayor parte de los casos, los homicidios, violaciones y torturas a las que son sometidas pasan sin mayor aspaviento por parte de gobiernos y la sociedad mundial, en el mejor de los casos se convierten en estadísticas de discurso de políticos para, generalmente, maquillar sus acciones.
México es uno de los países donde las mujeres viven más aquejadas por la inseguridad y con el nudo en la garganta porque se han convertido en mercancía o monedas de cambio adquiridas o vendidas al mejor postor. El caso de las muertas de Ciudad Juárez, Chihuahua, que se ha tornado en una burla asquerosa para la sociedad, debería aleccionar a los gobiernos que han dirigido al país; más aún: todo servidor público debería estar preocupado y actuar en consecuencia ante las calamidades sociales,hacer de la administración pública algo más que el cumplimiento de programas, un verdadero espacio ciudadano para atender y remediar cualquier problema público.
Inmovilidad e indiferencia, constantes en el gobierno mexicano
Los recientes atentados a mujeres en el metro de la Ciudad de México no sólo causan indignación y malestar social, exigen una respuesta inmediata de las autoridades para evitar estos ultrajes que lo mismo provienen de la delincuencia organizada que de criminales solitarios, condición que se debe analizar y precisar.
Si la frecuencia de los ataques a mujeres se presenta por situaciones distintas al crimen organizado, es importante revisar qué conductas se están generando a nivel social que hacen que se naturalice la violencia contra la mujer y a nivel social, esto es indispensable para entender y actuar, de lo contrario seguiremos en la tesis de sujetos enfermos de manera aislada, mientras que el trastorno puede tener una causal social.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.