Luego del fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a favor de la UAEH, en el que se “protege” a la institución de la designación de un contralor interno por parte del gobierno estatal, quedan muchos asuntos para reflexionar.
Primero, nos invita a pensar a qué le dijeron sí y a qué le dijeron no con esta decisión. Pues cuando se habla de organizaciones tan importantes (a nivel social) y complejas en términos administrativos como lo son las universidades públicas del país, el análisis adquiere otras magnitudes.
Esta decisión le dijo que sí a una compleja maquinaria de producción de bienes y servicios cobijada por una institución de educación que trabaja con recursos públicos, que si bien tiene todos los derechos (y con ello, la responsabilidad) de utilizar sus fondos como considere necesario para su digno funcionamiento, también tiene la obligación de ser transparente con el uso de los mismos.
El asunto con el fallo no es que haya amparado a la autonomía de la UAEH, sino que, al ampararla, valida (intencionalmente o no) lo que el Grupo Universidad realiza y maquina detrás de la universidad que, sin duda, ha logrado una gran legitimidad entre la población al cobijarse bajo los avances que ha tenido la máxima casa de estudios en la vida educativa de México, e incluso del mundo.
Y ese crecimiento está bien, lo que no está bien es que la autonomía sea un escudo para ocultar los modos de lograrlo. La decisión de la SCJN ha dicho no a un mecanismo de transparencia en la rendición de cuentas que se vuelve necesario para todas las instituciones -educativas o no- que trabajan con recursos públicos y en las que los avances se han dado con lentitud.
Tal vez las cosas nunca estuvieron claras entre el Grupo Universidad y el gobierno estatal, tal vez hay mucho de cierto en que entre ambas partes existe una pelea por el poder político y por la conquista de la opinión pública, pero las universidades no deberían ser el campo para esas batallas.
Los logros de la UAEH y el vertiginoso avance en las listas internacionales y nacionales tienen otra raíz, una que nace de su comunidad estudiantil y de su cuerpo de docentes y trabajadores que, ajenos a las decisiones de las cabezas de la institución, día a día hacen de la universidad un lugar para combatir las batallas que realmente importan: las de la educación.