El PRI se sacude las pulgas… y El Perro, entero

La vetusta maquinaria priista, oxidada y pesada, sigue caminando a duras penas entre señalamientos y rencores sociales; nadie la apuesta ni le brinda sangre nueva a su renovación, nadie la oxigena, como si todos desearan su muerte.

Al igual que en las suertes charras, el gobernador Omar Fayad ha decidido ejecutar el riesgoso paso de la muerte, sacudiendo los viejos esquemas -de los cuales, él es producto- para airear y pintar un cielo multicolor de esperanza.

Son muchos los encargados de impedirlo, porque el gran entramado de las complicidades pondrá al descubierto esa malsana costumbre de robar aprovechando los cargos públicos.

El primer golpe lo dio Fayad al anunciar que su antecesor, Francisco Olvera, le dejó una deuda descomunal, una cantidad equiparable a la mitad del presupuesto anual, detalle no declarado en la tan traída civilidad de la transición de poderes.

La gran capacidad mimética de los tricolores surge en cada fotografía, en cada declaración donde todos aplauden este acto vengativo que ayudará a las finanzas públicas, pero sobre todo a un pueblo aletargado en su desarrollo por la perniciosa ambición de sus gobernantes, los anteriores, claro.

Esa estrujante tarea de clarificar lo que antes fue oscuro conlleva muchos riesgos, porque crear un nuevo sistema lo mismo debe crear sus propios ángeles y sus propios demonios, pero todos atienden al mismo amo.

Esto, por supuesto, significa tener la fortaleza suficiente para crear los nuevos monstruos feroces y despiadados con todos menos con su amo, capaces de extinguir las viejas figuras de terror priista que muchas veces se alargaban hasta los otros partidos políticos, en donde cohabitaban entre discursos de democracia.

Por ejemplo, este nuevo esquema político tendría que concluir con liderazgos descascados e ineficaces como el que dice ostentar Oscar Pelcastre, tachado socialmente como “El Perro”. Su docilidad con el amo lo mismo lo ha llevado a pisar la cárcel en una clara obediencia de culpabilidad ajena, o bien, aterrorizar mediante fetiches como la Santa Muerte, el Diablo o Charro Negro como él lo caracteriza, a todos esos espíritus débiles que osaban con mal interpretar los arranques dictatoriales de los ahora exgobernadores.

Solo, sin esa aura protectora oficial, El Perro recorre las calles tratando de convencer a base de amenazas a los vendedores que ya vieron que su fortaleza gremial se desmorona a cada momento.

Su soberbia, mermada por una prolongada enfermedad, busca cobijo en el escándalo lanzando amenazas y retos de golpear a cuanta autoridad o civil se interponga en su interés de seguir esquilmando familias sencillas mediante sus exigencias: cuotas semanales, venta de playeras, gorras, “limpias” obligatorias, protección, derecho de piso, etcétera.

Brindar su incondicional apoyo a David Penchyna Grub en el momento de la definición de lealtades le costó la indiferencia del actual gobernador, condición de perdedor que no acepta y lo coloca en la peor de las vulnerabilidades a un paso del desahucio político.

¿Habrá acaso otro Darío Pérez que lo alimente para que siga vivo; otro Aurelio Marín Huazo para obligarlo a convertirse en un kamikaze electoral y salvar al tricolor; o bien un Sinuhé Ramírez para contratar su fuerza bruta de golpeador y guardián de las villanías del sistema?

Mermado y cansado, El Perro tendrá que ser reemplazado, en este nuevo tiempo de transparencia ya no habrá cabida para estos singulares personajes que mediante la comedia y la pantomima buscan heredar a sus nuevas generaciones esos privilegios propios de un sistema caciquil.

En algún momento, todos fuimos testigos de la caída de Edith Ibarra, que con razón o sin ella, fue encerrada durante el pasado sexenio y parte de éste, como parte de esa desactivación de líderes crecidos que ya no sirven más al sistema de complicidades.
Estos aires de renovación moral, como dijera alguna vez Miguel de la Madrid, por necesidad deben poner en marcha la Operación Escoba para limpiar de estos dirigentes de pacotilla por el bien de Hidalgo.