Martha Sáenz
El recinto legislativo estaba repleto de la plantilla del CDE del PRI Hidalgo: los titulares prefirieron sentarse juntos mientras que los grupos restantes se aglutinaron por área de labores, todos atentos a las señales de algunos personajes centrales. Entre ellos destacaba el representante ante el IEEH rodeado de tres mujeres que eran las encargadas de dar las indicaciones que él establecía; delegados políticos y otros se encargaron de tapar las entradas como tratando de tener un control sobre quién salía y entraba.
La sesión inició, Mayka Ortega Eguiluz -de nuevo- gritaba desesperada, pero cuando intentó tomar la tribuna la bancada de la mayoría se interpuso impidiéndole el paso, y comenzó la lectura de una ponencia inaudible para el público.
Ahí empezó la gresca de un PRI desesperado por evitar que el acuerdo bajo la regla de votación ponderada con Morena, PANAL y PRD a favor de que Humberto Veras Godoy presida la Junta de Gobierno del Congreso Local, no se escuchara. Las consignas eran claras: respeto a la ley, fuera Sosa, Sosa asesino, Sosa violador, diputados porros (que nadie pone en duda que sean consignas de la ciudadanía entera).
Finalmente entraron violentamente a tomar la tribuna. Tal vez si esa movilización de plantilla se hubiera tenido durante las elecciones, los resultados de los tricolores hubieran sido otros y hoy no tendrían que entregar tan malas cuentas al primer priista del estado.
Los 17 de Morena son gente de Gerardo Sosa Castelán, quien fuera líder de los porros universitarios utilizados durante una época dictatorial del régimen priista en el que la represión por métodos violentos imperó; es él un personaje político que en sus años mozos dejó uno de los peores historiales de violencia y corrupción, cuya leyenda negra es conocida en toda la geografía hidalguense.
Lamentablemente, los diputados locales de Morena no hicieron uso de las mismas tácticas y el reproche a ellos es la falta de apertura al diálogo, tanto como el hecho de postergar las sesiones legislativas.
Por la mañana asistí a un evento del gobernador del estado que lucía fuerte y dueño del escenario, con un discurso cargado de humor distintivo de las mentes geniales como la suya; dueño de su evento, mostró orgulloso los resultados de su gobierno. Contrariamente, por la noche el Congreso del Estado se vistió con la porra pero nada más, un partido político completo que no está a la altura del primer priista y que dista mucho de poderlo ser. Tan sencillo como decir que cuando Omar Fayad Meneses fue presidente del Comité Directivo Estatal del PRI no necesitaba ejércitos de porras que lucían amenazantes, simplemente se colocaba frente a la prensa retando a la candidata a gobernadora del PAN en aquel entonces y ganaba la batalla.
En su tiempo de líder tricolor, Fayad lograba posicionarse con suficiente fuerza ante los adversarios políticos y negociar con la oposición; hoy por hoy existe un PRI sin gloria ni rumbo reducido a una plantilla.
Siendo justos, vale la pena rescatar el papel de Julio Valera Piedras, quien a pesar de todo lució ecuánime como hombre de ideas y no de violencia, solicitando enérgicamente la demanda de ceñirse a la ley.