La máxima jurídica garantista de presunción de inocencia, donde “nadie es culpable hasta que se pruebe lo contrario”, más allá de ser un principio de racionalidad legal dentro de los estados democráticos, es un péndulo que a nivel social intenta poner una frontera civilizatoria en la convivencia pacífica del orbe.
Empero, la presunción de inocencia no está presente en el plebiscito que se pretende llevar a cabo el 1 de agosto, bajo la organización del INE, para que la ciudadanía decida si los expresidentes de México pueden ser juzgados; y es que, si no existe responsabilidad pública sobre su gestión, ¿por qué tendrían que ser juzgados?
La cuestión es clara: todo servidor público -y todo ciudadano- puede ser juzgado cuando ha cometido un delito, el cual debe ser probado, condición que hace del principio de presunción de inocencia una realidad no suficiente en nuestros días para salvaguardar la integridad de una persona, porque pese a que quien es juzgado pueda probar su inocencia, los juicios mediáticos y de las redes sociales ensucian a tal grado a un ser humano que suele verse deteriorada su dignidad, su imagen social y sus relaciones familiares, sociales, económicas y laborales.
Contra los expresidentes ya se ha hecho una condena social sin que se haya probado que son culpables de algo; el solo hecho de que se haya convocado a un plebiscito para juzgarlos o no, ya implica una atmósfera adversa para ellos, porque los juicios sociales ya los vinculan a actos delictivos y, por ende, la presunción de inocencia es menos que un pedo en un huracán.
Es verdad que no se puede meter las manos al fuego por nadie, pero no es menos cierto que no se puede hacer una cacería de brujas en torno a las personas; la violencia de la condena social se ha vuelto una espada que pende sobre los seres humanos y la condena mediática y de las redes sociales se ha vuelto ley, al menos en el escrutinio de la voz mediática que ahora sustituye al marco jurídico en la sentencia y condena, mucho antes de que éste entre en acción.
Vivimos en la era de la “nueva inquisición mediática y de las redes sociales”. Hemos desenfundado la pistola al permitir la condena mediática y de las redes sociales, porque una vez que se ensucia a una persona, aunque esté limpia, se le mata en vida enviando el principio de presunción de inocencia a la basura.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.