Era la noche del 2 de julio de 2000 y la tensión crecía en la sede estatal del PRI, que entonces estaba frente al Parque Hidalgo, donde la mayor parte de los responsables del Comité Estatal, con Aurelio Marín como presidente, seguían nerviosos los resultados de la elección presidencial en la que Francisco Labastida enfrentaba a Vicente Fox.
Televisa, rompiendo la veda electoral desde el momento en que cerró la votación, empezó a hablar de la posible victoria de Fox. Sin embargo, era información extraoficial pues las encuestas de salida no tenían ninguna validez.
En algún momento de esa noche, Aurelio Marín, uno de los dirigentes más combativos que ha tenido el PRI, se reunió con alguno de sus funcionarios y tuvo un diálogo como para texto de una lápida:
-¿Qué pasó?, ¿cómo van las cosas?
-Aurelio, algunas cifras dicen que las cosas no van bien, pero falta el voto verde y ahí podemos dar la vuelta.
Con tono de desánimo y derrota, Aurelio Marín dijo:
-Esto no tiene remedio, el presidente (Zedillo) ya se rindió y le dio la victoria a Fox. Cierren la oficina… vámonos, esto se acabó. Dio media vuelta y se fue a su oficina con el alma rota, al igual que millones de priistas del país después de oír al presidente empeñado en ser el mandatario del cambio, aunque su partido después de 70 años perdiera el poder presidencial.
Las luces se fueron apagando poco a poco, hasta que toda la sede del PRI quedó en penumbras, en silencio, derrotado.
Afuera en las calles los panistas celebraban, porque dicen los conocedores que así lo quiso Zedillo.
Con Fox se inició una historia de arrepentimiento para muchos.
La historia podría repetirse este primero de julio.
Como me lo contaron… te lo cuento.