Cuando se analiza la construcción de un país, se suele olvidar que, generación tras generación, los seres humanos aportan al desarrollo de la nación, ya sea por educación, cultura, economía formal e informal, sin que ello implique que todas las personas, cuando llegan a la tercera edad, puedan disfrutar del amparo económico, médico, cultural y social del Estado.
Es inadmisible el hecho de que un ser humano, en su vejez, tenga que subsistir sin el amparo del Estado. Encontramos adultos mayores en situación de calle y abandono social, cuestión que indigna y que no ha sido atendida en su plenitud a nivel internacional.
Los ancianos suelen ser el tejido social que menos previsión tiene por parte del Estado. Es cierto que exsten esfuerzos importantes de los gobiernos, pero son insuficientes para garantizar una vejez digna, sin carencias y con nuevas lógicas de atención y comportamiento social, en donde no prime la exclusión, el rechazo, la violencia y la humillación.
En esta crítica de la realidad de la humanidad, debemos insistir en el establecimiento de la pensión universal, esto implica que, se haya trabajado o no en las condiciones formales que exige la tributación del Estado, por el solo hecho de ser una persona, el Estado debe otorgar una pensión universal por vejez, para así garantizar un estadio digno de la senectud y validar el derecho humano a la vida.
Mucho se cacarean la dignidad y los derechos humanos, sin que hasta ahora se reconozca que todo ser humano debe tener una vida digna desde que nace hasta que muere; esto debe ampliar el horizonte cultural para amparar a las personas en cualquier edad.
La humanidad comienza por ser humano y humanitario; es necesario entender que el tejido social no es un monstruo Leviatán que lo devora todo, sino el núcleo de una sola verdad: la Tierra no es del hombre, el hombre es de la Tierra y le debe respeto a la humanidad.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
