En Occidente, toda administración presidencial suele arrojar indicadores de cómo abordará su gestión en los primeros 100 días de iniciada.
Claudia Sheinbaum comienza con el pie derecho su administración para Hidalgo y el gobierno de Julio Menchaca, con el inicio de la construcción del tren AIFA-Pachuca y con el refrendo de la promesa cumplida en su campaña presidencial en la puesta en marcha del proyecto de saneamiento y concreción de energías renovables en Tula.
Este panorama de concreción de la tarea pública contraída por Claudia Sheinbaum en su programa de gobierno, no es sólo un síntoma de “buena voluntad” entre la administración federal con el gobierno de Julio Menchaca. Su lectura es mayor, indica que la visión política de Sheinbaum no sólo habrá de profundizar las realizaciones de las macro obras iniciadas en el sexenio anterior, sino que ejecutará lo que en administración pública se ubica como “planeación para el desarrollo”, que no es otra condición que la aplicación operativa y sistemática del proyecto de nación.
Durante décadas, la carencia de un proyecto de nación fue el déficit de entrada que marcó a las administraciones que se escindieron de proveer rumbo y dirección a la planificación del Estado en México. En concreto, una de las críticas centrales al neoliberalismo en los sexenios pasados estriba en que era una doctrina que fue aplicada a diestra y siniestra (por presión internacional e intereses de las oligarquías nativas), sin tener en consideración el desarrollo humano y las implicaciones de la concentración de la riqueza, que terminó por colapsar a las instituciones del antiguo régimen, agudizando los problemas de la pobreza, desigualdad y marginación social.
El modelo de derrame económico de “cascada” neoliberal -donde se presupone que si se genera riqueza para los sectores sociales empresariales, esa misma riqueza mojará a los sectores trabajadores- no sólo ha sido criticado y desechado dentro del programa de gobierno de Claudia Sheinbaum, sino que ha quedado proscrito dentro del pensamiento de reorientación y redistribución de la riqueza del “humanismo mexicano”.
Es en esta lectura de reorientación de la redistribución de la riqueza, donde se edifican dos vectores de equilibrio público:
I. Crecimiento con equidad social
En este plano, el contexto de generar oportunidades de crecimiento económico no puede escindirse de la equidad social. En este trazo, lo que el Plan Claudia implica es fortalecer a los sectores sociales que menos tienen para salvaguardar su integridad e inserción de oportunidades en el proyecto de nación.
II. Inversión para el desarrollo
La puesta en marcha de las macro obras como lo implica la construcción del tren AIFA-Pachuca y el proyecto de saneamiento ambiental y energías renovables en la ciudad de Tula, son el salto cualitativo de que la obra de inversión pública no puede ser ornamental o superflua (como la Estela de Luz), sino que debe engrosar un perfil de desarrollo-país, donde el impacto social sea transversal a las diferentes dimensiones de desarrollo humano.
Pachuca y Tula son las primeras ciudades del estado de Hidalgo que congregan la concreción del programa y planificación del gobierno federal que permitirá refrendar los trabajos iniciados desde la campaña presidencial en la metropolización gubernamental para el área central del país, donde se fijaron acuerdos para el desarrollo sostenible de la Ciudad de México, Hidalgo y Estado de México.
La lectura política es clara. Las Rutas de la Transformación son las Rutas de la Nación.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
