Cobijada por un Globo de Oro e infinidad de premios, se estrenó al fin “La forma del agua”, décimo largometraje del jalisciense Guillermo del Toro.
El guión del propio realizador del “Laberinto del fauno” se ambienta en plena Guerra Fría a fines de los 50: la joven huérfana muda Elisa Espósito (Sally Hawkins) trabaja haciendo la limpieza en un complejo militar estadounidense en compañía de su buena amiga, Zelda Fuller (Octavia Spencer); la tranquilidad se ve perturbada por la llegada del torturador Richard Strickland (Michael Shannon), quien custodia a una criatura acuática (Doug Jones) que fue capturada en el Amazonas. Elisa, quien vive con el viejo artista homosexual, Giles (Richard Jenkins), comienza a trabar amistad con el heredero de las glorias del Monstruo de la Laguna Negra y terminará enamorándose de él, por lo que trata de salvarlo de la muerte a la que lo han condenado las autoridades militares, y el más colérico que nunca Strickland, tras la pérdida de dos dedos.
Del Toro maneja magistralmente esta alegoria que muestra el miedo insensato hacia lo diferente, la ignorancia y estupidez de mentes trumpianas y el racismo y la xenofobia que persisten en la sociedad norteamericana aún hoy día. Está apoyado por un espléndido reparto en el que todos los actores están excelentes, comenzando por la portentosa actriz de “La dulce vida”.
Los efectos especiales, la fotografía y la música hacen que esta película se convierta en una conmovedora obra maestra.
Así, “The shape of water” podría convertir a Del Toro en el tercer mexicano en obtener un Oscar, al lado de Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, parte de Los Tres Amigos que emigraron a Hollywood.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.
