Todos tenemos miedo, ya es hora de admitirlo. Hace unos meses la idea de un virus que estaba matando a los orientales nos parecía lejana y nos llenábamos la boca de bromas ridículas y racistas sobre la enfermedad. Luego, el virus siguió su camino y comenzó a comerse de a poco a los grandes países europeos. Cuando las alertas de la Organización Mundial de la Salud se volvieron globales, comenzamos a preocuparnos.
De pronto, el virus había llegado a nuestro país y con ello, el miedo. Nuestra mexicanidad se despierta en cada dificultad, pero lo hacen también nuestra falta de credulidad, la ignorancia, desdén y ganas de criticar absolutamente todo. Pero tal vez debajo de eso está lo realmente verdadero: tenemos miedo.
Por más que todos los días salga un equipo de expertos a dar una conferencia al respecto del virus que nos aqueja como si lo tuvieran bajo control, como si supieran qué hacer, las personas tenemos miedo. Y es normal, tampoco es que vamos a flagelarnos por no saber qué hacer en un momento inaudito de la historia. Porque este lugar es nuevo, esta situación no nos había pasado nunca antes, ni a los países del primer mundo, ni a los del tercero; ni a los médicos, ni a los estudiantes; ni a los ricos, ni a los pobres; no habíamos estado aquí.
La cuarentena fue declarada ya hace una semana en México, las fases del contagio avanzan y la incertidumbre sobre cómo será el mundo después de esto, también. No estamos seguros de lo que vaya a pasar porque ni siquiera tenemos certeza sobre lo que ya está sucediendo, todos nos ponemos reflexivos y creemos tener algo profundo que decir, como si de verdad esto nos estuviera cambiando desde dentro. Como dicen los que saben: “Este tiempo nos fue dado del peor modo”… ojalá sepamos qué hacer con ello.