Perder una elección debe ser terrible, sobre todo si se alimentaron posibilidades de ser premiados con la corona olímpica de hojas de olivo y con la silla de alcalde.
Desde la noche del 17 de octubre, todos los corredores en esta competencia de poder seguramente no han dormido pensando en el título de «señor presidente» y casi oyéndose dar el grito con emocionantes «¡Viva México!» delante de miles de sus gobernados y sentirse ya con el bastón de mando decidiendo la suerte de sus paisanos como autoridad de su municipio.
Ya los imaginamos el 18 de octubre: si es que durmieron algo después de ultimar detalles del día de la votación, estar atentos de las urnas, muchas veces revisando los modos y estilos de votaciones de sus seguidores y luego asistir a la casilla con su familia y parte del equipo y apoyadores. Luego a esperar, llenos de incertidumbre y dudas, para ya por la noche tener datos de acuerdo a las actas que envían sus representantes de casillas y contar los votos propios y de los rivales para saber cómo les fue en la carrera.
Con estos elementos de juicio, enseguida viene el festejo por la victoria o bien, apagar las luces si no se ganó. Ante los resultados hay dos posturas: celebrar porque se ganó, o aceptar que se perdió.
Aceptar que se ganó, no cuesta; que se perdió, no es tan fácil. Y son los perdedores los que en esa falta de aceptación, culpan a los de enfrente de su derrota y desde luego arremeten contra la autoridad electoral, porque cuando se pierde, «no era penal».
Y aparecen los inconformes, que señalan al que se deje como el culpable de su derrota, porque ellos si alguna culpa tienen es haber ganado y ser víctimas de robo.
En esta elección uno de los que más se quejan es Damián Sosa, que se dice robado en Tulancingo y culpa a todos de su derrota, con el apoyo no de los morenos de verdad, sino del presidente nacional de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, que con esa actitud confirma el pacto que tenía con Gerardo Sosa, el patrón del Grupo Universidad, pero parece que de poco le servirán sus lamentos y gritos.
También Edmundo Ramírez, en Ixmiquilpan, se queja de irregularidades y va contra Vicente Charrez; Armando Monter de PODEMOS en Actopan, se inconformó y dice «que velará con todo por la democracia en el municipio».
BAPTISTA, que fue candidato de Sosa con uniforme de Morena, dice que sus rivales rebasaron los gastos y se supone que él no, más que nada porque estando su jefe en el bote, pues de dónde iba a sacar billetes. Por cierto, el ganador del PRD-PAN, Manuel Hernández Badillo, le sacó una ventaja de más de 3 mil votos. Ni cómo componer esta paliza.
Ricardo Crespo y Guadalupe Orona, (líder antorchista) están inconformes y han interpuesto más de 10 recursos. Don Ricardo vivió sus mejores momentos en el PRI, cuando la oposición no representaba mucho y ahora las cosas son distintas, y aunque el diseño de su campaña fue bueno, no le alcanzó para ganar y menos con su suplente, que representa intereses cuestionables.
Desde luego, hay más inconformes y así se manifiestan, pero hay un refrán que dice: «Palo dado, ni Dios lo quita«.
Y así es…
Por: Adalberto Peralta Sánchez
Nací el 11 de mayo de 1946 en un pueblito que tiene una laguna con patos y un parque con bancas con el nombre grabado del donante. Una de esas bancas tiene el nombre de mi padre. Estudié Filosofía y ejerzo el periodismo desde hace varios años. Colaborar con mi hijo en EFFETÁ me llena de orgullo. Trataré de hacerlo bien.