El reciente encuentro que sostuvieron Guillermo Olivares, secretario de Gobierno, y Cuauhtémoc Ochoa, senador de la República por Morena, dejó más dudas que confianza, y es que luego de que hace algunas semanas el legislador hiciera señalamientos puntillosos en contra del secretario Olivares, acusándolo de que no les permitía a las y los alcaldes reunirse con él con la amenaza de ser castigados, abrió el inicio de un conflicto entre las huestes de Morena.
El legislador -que en su momento encabezó el proyecto del Partido Verde- encontró en un par de medios de comunicación de la zona metropolitana el espacio que buscaba para hacer sentirse y mandar mensajes mediáticos para abrir el abanico de medios, aunque sea con declaraciones incendiarias.
Días después, en una gira de trabajo, Olivares Reyna calificó lo declarado por Ochoa Fernández como desafortunado, pero tampoco hizo un llamado al diálogo y al encuentro para dirimir diferencias; sin embargo, tampoco atizó más al fuego y con prudencia no se puso los guantes ni se subió al ring.
Pero hace apenas unos días corrió la noticia de que hubo un encuentro entre ambos protagonistas de esta gresca política. Olivares y Ochoa sentados en el café, cuyo socio o propietario es el titular de la Unidad de Planeación, Miguel Tello, lo que hizo sospechar sobre el motivo por el cual la reunión se llevó a cabo en ese lugar, sin que por supuesto se haya tratado de una decisión sin sentido y, por el contrario, debió haber algún motivo más de fondo hasta el momento desconocido.
Dicen que en política nada es casualidad, y de inmediato empezaron las elucubraciones, los análisis de café y las reflexiones sobre este encuentro; es más, hay quienes atribuyen que la filtración de esa “reunión” fue a cargo de Cuauhtémoc Ochoa, para ganarle la partida al encargado de la política interna en el estado y de esta manera dar un manotazo sobre la mesa.
Además, el hecho de que haya sido en un café y no en las oficinas de la Secretaría de Gobierno también tiene su interpretación, y pareciera que el senador pudo haber puesto sus condiciones para lograr ese encuentro y pudo haber sido que no se vieran en la sede del Poder Ejecutivo para no mandar señales equivocadas de sumisión ni sometimiento.
Finalmente, poco se supo de aquel encuentro donde no hubo foto, o al menos eso parece, pero ventajosamente Cuauhtémoc Ochoa esperó a llegar a la Huasteca hidalguense -particularmente a Huejutla- para que, a través de una entrevista, declarara que efectivamente se llevó a cabo esa reunión, pero que no hubo acuerdos, lo que hace suponer que fue un encuentro fallido de reclamos y nada de soluciones.
Las diferencias entre Olivares y Ochoa no le vienen bien al gobierno de Julio Menchaca, porque si bien es cierto que el senador obedece a los intereses del líder del senado, Adán Augusto, debe entender que en Hidalgo el jefe del Ejecutivo tiene la sartén por el mango y, le guste o no, debe respetar las formas políticas.
Por otro lado, Guillermo Olivares aunque ha intentado ser interlocutor, no le ha resultado fácil mediar y acordar con Cuauhtémoc Ochoa, lo que hace suponer que aquel encuentro no fue nada terso y pareciera que cada quien fue a poner sus condiciones sobre la mesa.
Nadie gana y nadie pierde porque no hubo ni mal arreglo, ni mal pleito. Simplemente falta de voluntad para ayudar al gobernador Julio Menchaca, por el bien de su gobierno y fundamentalmente por el bien de Hidalgo.