Todos hemos visto la decepción frente a la muerte, como admitió Freud, donde todos pasamos a ser buenas personas, sin importar las atrocidades o desencuentros sociales que hayamos tenido; pocos son aquellos que se atreven a cuestionar en su justa dimensión la conducta individual y colectiva ante la muerte.
Lo mismo sucede con el efecto “Navidad en Occidente”, donde la época parece ser el momento donde se expían las culpas y donde las personas suelen poner, literalmente, cara de pendejos y desear de manera constante e incesante: “felicidades”.
Así, vemos un desfile interminables de caras de pendejos que en el “felicidades” crean un cliché maldito y absurdo, siendo que a muchas de las personas que les desean “felicidades”, el resto del año no miran, juzgan y viven criticando y molestándose por su actuar, muchas veces con la intolerancia más culera que se pueda registrar.
La pregunta es ¿por qué?: ¿por qué putas las personas intentan limpiar y expiar sus conductas erróneas, cuando una vez que concluyen las fiestas decembrinas, pasan a las mismas inercias de siempre, se vuelven los culeros del barrio y tienen tantos desencuentros como usualmente los han tenido?
Es difícil lograr la consecuencia del acto, vivir así es de virtuosos, pero ello no significa que debamos vivir en la contra, ofendiendo y vulnerando a todos; esa es la pelea perdida.
No se trata de ser mordaz con la crítica al comportamiento humano, pero resulta infame ver las caras de pendejos y de los pendejos que se multiplican en las calles y que bajo un esquema superfluo y por tener tres pesos más en el bolsillo, son capaces de enmascararse en un festín orgiástico que repugna hasta a los puercos.
Sería lindo un mundo donde la falsedad no existiera, donde primaran la verdad y la fraternidad, pero como ese escenario no existe en lo cotidiano y la consecuencia del acto es titánica, la Navidad es la mascarada más brutal a la que nos solemos enfrentar y donde, como carne de cañón, solemos utilizar a los niños.
Por cierto, entre tanta pendejada miserable, ante el nulo control de un niño en su conducta, una vez observé cómo un papá le decía al niño queriendo que se aquietara: “te están viendo los reyes”. El pendejo se refería a que si el niño no se comportaba, los reyes no le traerían su regalo; observen la cultura del chantaje, de la mentira, del condicionamiento.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.