Naturaleza cruel

Septiembre es un mes extraño para los mexicanos. La huella que los sismos han dejado en nuestra memoria geográfica es profunda y nos tiene siempre alertas, temerosos de la naturaleza. La semana pasada ocurrieron eventos que nos volvieron a descolocar y que han puesto sobre la mesa viejos debates al respecto de la construcción de nuestras ciudades y la gestión de los desastres.

El martes, una sacudida en la tierra nos alertó e hizo despertar las memorias de viejos temblores que apenas nos prepararía para ver la magnitud de otro desastre que ocurrió a escala local: una terrible inundación dejó a toda una región en ruinas en el estado de Hidalgo.

La noche del 6 de septiembre, el río Tula rebasó su capacidad y se desbordó por todas las ciudades a su paso. El saldo, por decirlo de la manera más fría posible, es de 17 muertos y 31 mil damnificados en los municipios de Tula, Tezontepec de Aldama, Tlahuelilpan, Tlaxcoapan, Ixmiquilpan, Mixquiahuala, Tasquillo y Chilcuautla.  Lo anterior, sin considerar los daños materiales en toda la zona, las viviendas inundadas, las instituciones colapsadas (como la clínica del IMSS) y las pérdidas patrimoniales de miles de personas.

Frente a esta situación, no dejamos de sorprendernos por la supuesta crueldad de la naturaleza. Pero la verdadera crueldad viene de la forma en la que se han construido las ciudades en nuestro estado, en la forma deliberada para generar obra pública con beneficios para todos, menos para la población.

La verdadera crueldad nace de las desigualdades (que siempre son humanas, nunca naturales); la verdadera crueldad viene de la negligencia. ¿Por qué se inunda una región entera? ¿Por qué se derrumban casas y muere gente en el ejercicio de su labor? ¿Por qué los gobiernos no tienen la capacidad de gestionar una crisis de este nivel sin sacar partida política y buscar los reflectores? Las respuestas son casi infinitas, pero la verdad es una: en Hidalgo habrá que pensar en nuevas e inteligentes formas de hacer frente a la crisis para no atribuirle a la naturaleza la crueldad que nace de nosotros.


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