Nacemos provistos de los instrumentos para cambiar nuestro destino y nuestro mundo, pero su desarrollo evolutivo se inserta en la interacción social que termina por unirse al crisol de nuestra mente y acciones.
El cuestionamiento de la mayoría de los seres humanos en su existencia se ubica en cómo crear un mundo que preserve la existencia en armonía con el desarrollo humano y el ecosistema.
En nuestra evolución orgánica como seres humanos hemos creado tantos desencuentros a partir de la explotación del hombre por el hombre, que los estragos que le hemos causado al tejido social y al medio ambiente se multiplican y nos hieren, lo mismo en la extinción de la flora y la fauna que en esta pandemia que hoy nos escupe a la cara y que, creada o no por el hombre, nos cuestiona sobre la podredumbre de nuestro comportamiento a nivel social.
Somos seres tan diminutos en el universo que la mejor forma que hemos encontrado para parecer gigantes es comportarnos con mezquindad, con odio, rencor y humillación al otro; caminamos vulnerando a los menos preparados, a los vulnerables por vacío y opresión estructural e, invariablemente, algo toca nuestros pensamientos y acciones y le llamamos corazón, cuando sabemos que hemos dañado a alguien.
Lamentablemente hemos extraviado nuestros pasos, no hemos entendido nada de lo aprendido y, con lo aprendido hemos hecho nada.
Derrotados hoy frente a la pandemia y su espada de muerte, las lágrimas no son suficientes para expresar el dolor, la vida se nos escapa y el castigo social nos ha vuelto esclavos de nuestras inseguridades; ya no hay promesas válidas frente a la muerte y, paradójicamente, no aprendemos nada.
¿Qué mierda nos pasa como humanidad? ¿Por qué no dignificar al pobre, al desvalido, al ignorante y si se puede a nuestra vida? Estamos reventando la oportunidad que nos dio la natura, estamos gritándole al silencio y nos desgarramos frente a las manos vacías que dejamos en el camino.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
