Ayer el Palacio Legislativo de San Lázaro lució diferente: los actores protagónicos mutaron en especies menos acostumbradas a ese hábitat tan favorable a quienes defienden la agenda del caudillismo revolucionario y de las élites conservadoras. Eran los pejistas, una fauna que se conforma de ideología de izquierda, evangélica y marxismo ortodoxo, aunque también se ha colado algún dinosaurio de los que en el tricolor abundan. A esta nueva repartición de curules los politólogos le llaman “una nueva reconfiguración de fuerzas”, que en realidad es una renovación histórica de legisladores que en otro momento fueron cuasi-invisibles, clandestinos y minoritarios; una fuerza consistente de un movimiento social amplio que gracias al liderazgo de Andrés Manuel López Obrador y al voto masivo por él obtuvieron un lugar en la Cámara. Eran los afortunados que conformaron la triada de la coalición “Juntos haremos historia”, los integrados por representantes de elección directa y plurinominal de las fuerzas de Morena, PT y PES.
Por primera ocasión, la otrora izquierda menospreciada por Carlos Salinas de Gortari en el último Informe de gobierno de 1994, con aquella arrogante frase “de ni los veo ni los oigo”, ahora estaba cómodamente instalada acaparando casi la mitad de las curules. Se verán y se dejarán oír los de la izquierda, porque además de la fuerza de Morena se suman los partidos de la coalición y todos aquellos arrepentidos que se bajen de los otros (chiqui) partidos, porque a semejanza de aquella eterna época de la aplanadora tricolor, la de 2018 le corresponde a todos unidos en torno a López Obrador.
Desde ahora el Congreso deberá responder a las altas expectativas generadas en la campaña, no hay pretextos para no hacerlo. La poderosa izquierda pejista, y no esa pseudoizquierda perredista diluida con tufo panista, se encuentra en una condición excepcional para impulsar la prometida cuarta transformación. Asumir con patriotismo e inteligencia el reto de modificar la legislación federal con reformas constitucionales y leyes reglamentarias a fin de concretar la justicia social y emprender un estadio de desarrollo debe ser la prioridad de cada una de los legisladores que recibieron vía el sufragio la confianza de la ciudadanía.
El liderazgo de Mario Delgado como jefe de la bancada morenista, la simbólica presencia de un viejo dinosaurio del sistema de partidos, Porfirio Muñoz Ledo, en la Cámara de Diputados y luchadores sociales como Alfonso Ramírez Cuéllar, (barzonista), Gerardo Fernández Noroña, entre otros, hace suponer que asumirán con plena responsabilidad esta oportunidad de transformación y no le fallarán al pueblo. Despojados de posturas ególatras, hasta al “galán” de Televisa, Sergio Mayer, le han leído la cartilla. En el ánimo de congruencia que busca imponer el Movimiento de Regeneración Nacional, el que se quiera pasar de vivo quedará excluido y será expulsado de las filas del partido. Así, en ese ánimo los rostros de los legisladores que defienden a López Obrador y los que estarán en las otras fuerzas llegaron con optimismo, con la convicción de que ésta será una Legislatura trascendente que reduzca los rezagos que aquejan a este país.
Los morenistas hicieron sentir su fuerza con arengas al partido y con el unísono: “¡es un honor estar con Obrador!”, hicieron el pase de lista de los 43 desaparecidos con un grito de justicia, mientras en los ochenta panistas reclamaban democracia en Monterrey. La conformación de bancadas era inédita: la mayoría hizo sentir su voz, no más priístas que aplastaban con cientos la presencia de la oposición, en esta ocasión la histórica oposición se transformó en la mayoría absoluta.
“Juntos haremos historia”, repetían sin césar en selfies y videos para dejar el registro de la primera sesión inaugural. En lo alto, un cansado Muñoz Ledo con esfuerzo pedía a los flamantes diputados levantar la mano y acreditar el quórum, luego emplazó a una sesión para la próxima semana con el tradicional toque de campana. Arrancaban de forma protocolaria la LXIV legislatura de la Cámara de Diputados con una gran motivación por influir en el cambio social.
Escenas surrealistas como la de Gabriela Cuevas, antagonista de López Obrador en 2006, resultó la más orgullosa defensora del liderazgo del tabasqueño. Al menos ayer, en la Cámara de Diputados reinó la esperanza, y mayorías y minorías mostraron la mejor disposición por trabajar por México. Muchas modificaciones legales ocurrirán en ese pleno, las divisiones e intereses de grupo provocarán enconados debates, así funciona una república en un sistema parlamentario, esencia de una democracia que apenas empieza a consolidarse.
Mucha suerte a los legisladores de todos los bandos y colores, que espero que sólo en esta ocasión se reduzcan las mezquindades y decidan lo mejor para el futuro inmediato.
Por: Mario Ortiz Murillo
Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.