Morena en Hidalgo es el partido hegemónico cuya vulnerabilidad estructural mantiene dudas sobradas al gobierno de Julio Menchaca sobre el peso de poder que debe encauzar en la operatividad política del gobierno.
No se puede evaluar la fuerza de Morena Hidalgo como partido a través de los resultados obtenidos en el proceso electoral del 2 de junio, donde su líder Marco Rico vitoreó los resultados al margen del análisis de la estructura política del partido y de las arenas políticas que subsisten en sus grupos de poder, que hoy se aprestan a controlar los dividendos políticos de una elección donde sus resistencias y obstrucción política mantuvieron en vilo al partido guinda y marcó las llamadas de atención, no sólo del gobernador Julio Menchaca, sino también de la entonces candidata a la presidencia, Claudia Sheinbaum.
En este escenario, concluido el “trámite electoral”, a las fuerzas políticas de Morena Hidalgo les queda evaluar las zonas de vacío político que ha generado su partido para poder reestructurar el mando y avanzar en la consolidación del bastión guinda. No puede existir partido hegemónico fragmentado, inconexo y sin interlocución política con la ciudadanía y las estructuras del poder que abandera.
El sistema de partidos en Hidalgo se divide en dos: los del antiguo régimen y los partidos de visión de alternancia política.
Empero, entre los partidos del antiguo régimen y los partidos de visión de alternancia política subsiste el común denominador de un pragmatismo político que amalgama en estos momentos las viejas prácticas del sistema de partidos que encabezó como partido hegemónico el PRI a nivel nacional y las prácticas en desarrollo de la alternancia política. Este escenario explica la serie de resabios y obstrucciones que han permeado y perviven tanto en la estructura de gobierno de Julio Menchaca como en el Congreso local.
Son estas premisas de hibridación de las lógicas del sistema de partidos las que deben ser discutidas y ponderadas por la estructura de gobierno guinda en Hidalgo, donde el partido hegemónico tiene, como tarea de conducción política, crear una fuerza que concite la conducción ciudadana con la estructura gubernamental que encabeza Julio Menchaca.
No se puede construir un aparato público fuerte con un partido hegemónico débil. En los hechos, el PRI -en sus tiempos mozos- elevó al partido como maquinaria política de control social, cuestión que se vinculaba al liderazgo del presidente de la República, que movía los hilos de la política en la trilogía: gobierno, partido hegemónico y congreso.
Por ende, el gobierno de Julio Menchaca y Marco Rico no pueden evaluar la pasada contienda electoral a través de las cifras obtenidas por las y los candidatos de Morena Hidalgo, porque en esta elección jugaron variables incuestionables desde el hastío político de la ciudadanía con el sistema de partidos del antiguo régimen, el capital político de López Obrador, y el pertinente papel que jugó el gobernador Menchaca en la operación política de las Rutas de la Transformación en su primer año de gestión.
La euforia política sobre los comicios del 2 de junio debe dejar su lugar a la reflexión política en el gobierno de Julio Menchaca. Ha iniciado la consulta sobre la reforma del Poder Judicial y, con ello, el planteamiento de orden judicial del Estado nacional de Claudia Sheinbaum; para ello se requiere que el partido guinda, que lidera Marco Rico, constituya su hegemonía para operar como conductor social, de lo contrario las prácticas del antiguo régimen seguirán infiltrando el mandato de Julio Menchaca a contracorriente de lo que para Claudia Sheinbaum impone el 2º Piso de la 4T.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
