Las propuestas de las y los candidatos en las campañas políticas en Hidalgo han trazado un camino sin retorno hacia el uso ideológico de la política. Se trata en lo sustantivo, de posturas no científicas que hacen de la oferta política de las propuestas, en el mejor de los casos, “buenas intenciones con buena voluntad”; sin embargo, la mayor parte ellas, se encuentran al margen del análisis y estudios científicos que puedan incidir en la reorientación y reestructuración de la realidad social.
¿A qué obedece el uso ideológico de la política?
La respuesta es lineal. Por décadas, las campañas políticas se basaron en la demagogia y el gatopardismo (aspectos ideológicos míticos); este era el ensamble de las estructuras políticas del antiguo régimen que empobrecieron la cultura política. No se necesitaba, de manera significativa, un planteamiento hacia el voto programático, en el cual, la oferta política tuviera un sustento científico, por lo que entre más se ofertaba, más se alejaban las propuestas de la realidad social.
En este proceso electoral, los debates políticos en Hidalgo se han focalizado en las descalificaciones partidistas y personales, como el que se protagonizó desde el IEEH, por las candidatas y candidato al Senado. Empero, cuando se transita al ámbito de las propuestas, el respaldo de ejemplos legales, de data dura y análisis situacional, suelen quedar al margen y, ello, no sólo se debe a que el tiempo de cada candidata o candidato en el debate es limitado, sino porque el sustento científico, implica una tarea no realizada.
En el caso del uso de los datos duros de los candidatos, como lo ocurrido con las posturas de Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum, se cae en relativismos de los números, donde el contraste de una realidad se afronta desde números negativos y positivos, sin develar la realidad subyacente, sus alcances inmediatos y la prospectiva de solución.
La carencia de respaldo científico y analítico de las propuestas se vuelve, entonces, la carencia del respaldo de probidad pública.
La ausencia de probidad pública en los debates es directamente proporcional al grado de legitimidad y credibilidad del auditorio sobre la estructura de propuestas y, lo que es más agudo, sobre las estructuras de gobierno.
En esta atmósfera surge la sospecha ciudadana, aún cuando la ciudadanía carezca de argumentos científicos o de cultura política participativa para entender en su justa dimensión un pronunciamiento o propuesta política. En este plano, la ideología política aparece provista de arengas destructivas: “tú fuiste la culpable de la caída de la línea 12 del metro”, “en mi gobierno las pensiones crecieron por encima de lo que realizaste en la Comisión Indigenista”… Así se configura, al margen de la vitalidad científica y el análisis crítico de la realidad, el ejercicio de gobierno desde la ideología política como recurso electoral.
Es cierto que la mayor parte del electorado suele presentar una cultura política parroquial o de súbdito. Se adhiere a posturas políticas que juegan con los iconos personales, donde la imagen de las y los candidatos supera la connotación del juicio analítico sobre sus propuestas, condición que hace de la elección, un proceso oscuro, en la mayor parte de los casos.
Este proceso electoral no es distinto a otros en cuanto al grado de cultura política que presenta y al uso mítico y de fantasía de la ideología política.
Estamos en presencia de la ideología política en voz de las y los candidatos como estandarte de toma de decisión del proceso electoral. La ideología política, sin duda, es la parte mítica del proceso político, la cual no se diluye o desaparece en un proceso electoral, lo que es peor, pervive en la integración del imaginario cotidiano de las acciones de gobierno.
Mitos y fantasías de la ideología política.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.