La pobreza en México no es nueva, pero sus matices en este momento son más desgarradores que hace 50 años y más de la mitad de los ciudadanos consideran que ahora se vive con mayores carencias.
Es increíble pero cierto: vivimos en la pendejada de las ilusiones y las quimeras, en un país cuyas potencialidades se han ido terminando y donde la esperanza de oportunidad es ínfima y sobrevivir ha sustituido a vivir.
En nuestra miopía no vemos pobreza y desigualdad de oportunidades, habitualmente somos indolentes con nosotros mismos, no nos queremos, vemos cómo la corrupción y la impunidad nos vulneran, avasallan y nos llevan a condiciones miserables y no hacemos nada, porque nuestra conciencia se termina y caga con tener un iPhone o un par de zapatos de segunda, sin que podamos aspirar a la nutrición debida, a la seguridad, a la educación de calidad, por citar sólo algunas.
México se ha empobrecido y no sólo en recursos naturales, sino en una población que vive de manera miserable, mientras los menos acaparan una riqueza pestilente que insulta a los que menos tienen o no tienen nada.
Pero caminamos con una venda en los ojos, nos vale madre la política y lo que ello implica, nos valen madre nuestros vecinos y vivimos en la parcelación de la realidad, escuchamos música con audífonos y nos aislamos del otro y los otros, somos fragmentarios de la razón e indolentes náufragos de nuestro camino.
Más de 60 millones de pobres viven en el país, si se unieran podrían cambiar el statu quo, podrían reivindicar la vida misma, pero ello no sucede. Gobiernos van y vienen, promesas van y vienen y las cosas no cambian: vivimos con suelditos de hambre, con respuestas sociales miserables, somos miserables no por lo económico, sino por nuestra carencia de conciencia y custodia del poder.
Parece que nos gusta la mierda y nos gusta comer mierda, aceptamos medidas demagógicas, creemos en la vida Televisa, el futbol nos vuelve pendejos del pasto, mientras aquellos que viven en casa de cartón no nos importan, los obviamos y los mandamos al limbo, sólo son alegorías de discursos políticos.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.