Sin nuevos esquemas de concilio estructural y con un escenario de despropósitos políticos, el líder de Morena Hidalgo, Marco Rico, opera en un campo confuso de alianzas donde el poderío guinda se encuentra efectuando una liturgia de amnistía y perdón político.
La liturgia de la amnistía y perdón político que protagoniza Marco Rico se mueve en dos vectores: en un primer anclaje, sanear las heridas del pasado político y las presiones de personeros del antiguo régimen que tienen capital político, al igual como sucede con las cofradías como el GPI y GU; aunado a la secuencia del perdón político para aquellos personeros que defeccionan de Morena y migran a nuevas fuerzas políticas.
Esta postura de Marco Rico es poco menos que sacramental, es un tedeum en donde su liturgia termina con una misa de purificación política, al más puro estilo de un pontífice del poder.
El análisis crítico estriba de facto, de una operación política desde Morena para debilitar los enclaves de poder de los grupos políticos y de los partidos de la oposición, asegurando con la liturgia de la amnistía y perdón político una configuración de acumulación de capital político que permita consolidar el destierro de las ruinas del antiguo régimen, pero con las implicaciones del juego de intereses y poder que significa la hibridación de políticos emanados del antiguo régimen y figuras de cofradías con intereses privados para proteger condiciones de negocios y económicas.
No cabe admitir que en una estructura política como Morena Hidalgo la hibridación del poder se erija como una “constante” en su administración. En los hechos, Claudia Sheinbaum advirtió esta cuestión en sus visitas y diálogos con Julio Menchaca.
Se percibió en los trazos de comunicación política entre Claudia Sheinbaum y Julio Menchaca que no se trataba de iniciar “una guerra” contra los restos políticos del antiguo régimen y de los grupos de poder como GPI y GU, pero tampoco hacer de la infiltración un juego de suma cero para el gobierno de alternancia en Hidalgo, por lo que entrar en liturgias de amnistía y perdón político es una espada de dos filos.
El propósito de la amnistía política de AMLO a distintas fuerzas políticas y personeros en su gestión fue una estrategia de debilitamiento y degradación de las estructuras e instituciones del antiguo régimen, condición que tiene una función secuencial en las reformas que emprenderá el gobierno de Claudia Sheinbaum, de las que sobresale el Poder Judicial. Empero, esto no admite que la hibridación política en amnistía y perdón se convierta en infiltración.
Históricamente, cuando un partido se erigió en hegemónico a nivel mundial, no propició amnistía ni perdón político, utilizó su poder y maquinaria de Estado para depurar las estructuras políticas y creó condiciones de reestructuración sistémica.
A diferencia de lo que parece percibir Marco Rico en la liturgia de amnistía y perdón político como un signo de civilidad y asimilación política que consolide el empoderamiento morenista en Hidalgo, tanto los grupos de poder como los personeros con capital político perciben esta medida como un signo inequívoco de debilidad, aprovechando el vacío político de Morena para trazar su recomposición como fuerzas políticas.
Maquiavelo sostenía “quien traiciona una vez, traiciona siempre”, ¿cabe la amnistía y el perdón político?
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
