La encuesta publicada el martes por el periódico Reforma, en la que Ricardo Anaya por primera vez encabeza las preferencias electorales por la Presidencia de la República, debe leerse con cuidado. En principio, el instrumento estadístico se aplicó a jóvenes universitarios de entre 18 y 24 años en las tres principales ciudades del país, en las que, por cierto, el poderoso grupo emite sus diarios: Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.
Por un lado, la explicación metodológica no señala si fueron alumnos de instituciones privadas o públicas los consultados, y tampoco presenta qué preguntas se plantearon. Por lo tanto, no es posible hacer una lectura que nos lleve a extrapolar que mil 500 cuestionarios sean representativos de un universo de 2.5 millones de estudiantes de universidades públicas y de poco más de un millón inscritos en universidades privadas. Hacer creer que los datos representan a todo el país es una arrogancia que deja de lado a universitarios de ciudades tan importantes como Mérida, Oaxaca, Tuxtla Gutiérrez, Aguascalientes, Tijuana, Puebla, Zacatecas, por mencionar algunas.
Habrá que considerar que, si bien ese nicho de mercado representa el 17 por ciento del electorado, la preferencia por el queretano promedia 45 por ciento (31%, 55% y 49% en CDMX, Guadalajara y Monterrey, respectivamente), lo cual supone que conocer la inclinación de ese sector no será definitivo para la gran elección. Por el contrario, se ha sobrevalorado el rol que jugarán esos universitarios urbanos y, como lo demuestra la historia, son los grupos que rebasan el umbral de los 25 años los que definen la balanza en los cargos de elección popular.
En 2012, la indignación de los universitarios ante un desafortunado acto en la Universidad Iberoamericana provocó la creación del movimiento #YoSoy132. Miles de jóvenes participaron en mítines, marchas, actos de protesta en diferentes plazas del país, impulsaron campañas en redes sociales para oponerse a la candidatura de Enrique Peña Nieto; sin embargo, los resultados electorales no tuvieron mucho eco en el resto de la población que tenía la decisión del sufragio. El saldo: un cómodo e inobjetable triunfo para el mexiquense.
Algunos estudios y análisis de opinión pública que registran el comportamiento del elector señalan que los jóvenes entre 18 y 29 años tienen el nivel más bajo de participación, según señalan fuentes como INJUVE y FEPADE.
En mi opinión, Reforma intenta llevar agua a su molino. Identificado como un medio proempresarial, cuyo origen se encuentra en Monterrey, Nuevo León, y apostando por impulsar la imagen de un candidato con semejanzas ideológicas, como Ricardo Anaya, busca crear la percepción de que se ha roto la unanimidad en torno a las encuestas que daban siempre de ganador al tabasqueño.
La utilización de los datos para influir en el comportamiento del voto útil puede significar un elemento de desprestigio para esa casa editorial. A Milenio, con un torpe y mentiroso registro de las intenciones del voto cuando afirmaba que la ventaja entre EPN con AMLO era de 20 puntos, le costó descrédito. Esperemos que no sea la reedición de un medio que hace su labor para favorecer la imagen de Anaya y debilitar la intención del voto por AMLO.
En sondeos, encuestas y estudios cualitativos en la capital, en sectores que votarán por primera vez, existe una fuerte intención mayoritaria por el proyecto de López Obrador.
Podemos desmembrar la encuesta de Reforma y concluir que es una aproximación de un pequeñísimo grupo de potenciales electores que en este momento tienen una afinidad con Anaya; sin embargo, insisto, no son esos jóvenes quienes decidirán de forma definitiva el ganador de la elección.
Encuestas con ese manejo tendencioso pueden hacerse al servicio del cliente, de ahí el desprestigio de las encuestadoras. Esperemos que impere la cordura, y que sea la decisión a partir de información certera la que nos permita conocer el comportamiento del electorado. Este mensaje llega en un momento muy propicio para apuntalar al candidato de Reforma, espero que esta práctica de maquillar datos no abone más al creciente descrédito de la frágil democracia electoral.
Por: Mario Ortiz Murillo
Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.