Hoy que los lamentos priistas recorren los corrillos sociales, sus invertebrados, es decir, los militantes sin rostro y sus simpatizantes, claman por ser tomados en cuenta, piden que exista una verdadera recomposición de las prácticas partidistas y exigen la depuración.
Resurrección política parece ser el escenario que esperan los priistas, advierten que ninguna derrota es definitiva y que el poder se puede reconfigurara, sólo que esta vez no se puede hacer desde las prácticas anquilosadas y autoritarias que primaron, pero: ¿cómo generar la reestructuración ante una cúpula que no democratiza el poder? La respuesta está en el peso de la derrota.
La cúpula debe estar calculando que su existencia depende de abrir el partido, de generar fortaleza ideológica y de lograr una auténtica deliberación, de lo contrario, el parque jurásico podría ser el epitafio de una fuerza política que alguna vez contó la historia de la nación.
La pregunta es invariable: ¿por qué el PRI no aprendió de la derrota del año 2000?
La vuelta del priismo con Enrique Peña Nieto era el renacimiento político para demostrar el peso sustantivo del partido que construyó el México postrevolucionario, pero se convirtió en el peor de los fracasos políticos del tricolor, al grado de convertirlo, a ojos de propios y extraños, en un partido odioso y lejano a la gente, a esa misma gente que creyó que el país se podía reestructurar.
La impopularidad del todavía actual gobierno se afianzó con la imagen de Meade, que a la postre resultó crucificado por los mismos priistas; la debacle fue brutal y se fue sumando a una cadena de errores, como el nombramiento de Enrique Ochoa Reza como presidente del tricolor, o bien, los gobernadores jóvenes que se dieron al robo y al peculado, mostrando lo que nunca el priismo quiso mostrar: el abuso de poder.
Si a esto le sumamos que los números gordos con que presentaba el gobierno el resultado de la gestión no coincidían con los rostros y cuerpos flacos de los mexicanos, la cosa se ponía color de hormiga, cuestión que se sumó a la máxima deuda o déficit de gobierno, la violencia e inseguridad.
Los invertebrados hoy claman por un espacio en el partido, ¿la cúpula priista habrá de abrirlo?
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.