Los corrillos alientan, pero no siempre son ciertos. El cisma que vive el PRI a nivel nacional, y particularmente en Hidalgo, ha generado datos suficientes para interpretar y documentar que su debacle obedece a la degradación orgánica de su conducción política desde los manejos del ejercicio de gobierno que desvirtuó la lucha social y enclaustró sus reivindicaciones ciudadanas.
En este clima de crisis política, el PRI condensa una fascinación distante para todos aquellos que jamás percibieron que no era un partido proclive a la reivindicación social, sino una maquinaria política hegemónica que perpetuó a una casta política que protegía sus intereses y el resguardo de las élites en México.
Pobreza, desigualdad social, asimetría de oportunidades, concentración de la riqueza, pauperización del tejido social, crisis sistémica, corrupción, impunidad, inseguridad y antidemocracia son vectores inagotables del cisma de los gobiernos de la familia revolucionaria tricolor que crearon un abismo social en México.
En este escenario, los antecedentes de la derrota del 2 de junio de 2024 se constituyen en una taxonomía política que permite diferenciar las especies políticas que sufrieron el cisma del PRIAN y que hoy pretenden regresar como hijos pródigos a sus maquinarias partidistas que los vieron nacer.
Los rumores se incrementan y apuntan a que Miguel Osorio Chong, el tigre de Hidalgo, estaría dispuesto a tragarse su orgullo o a revalorar su defección del PRI para plantear un retorno. En esta estela, que no pasa de ser un rumor sin mayor fundamento, debemos plantear:
¿Los desencuentros entre Miguel Osorio con Alejandro Alito Moreno y Carolina Viggiano obedecen a diferencias ideológicas o de control político?
¿Es Miguel Osorio, el exsecretario de Gobernación que salió con lágrimas en los ojos del despacho de Enrique Peña Nieto, un icono de conducción política en el PRI?
¿Miguel, el tigre Osorio, podría ser la pieza del ajedrez político que le devuelva al PRI Hidalgo el poder perdido?
Mis únicos y queridos lectores, nunca segundas partes fueron buenas, salvo El Padrino II, donde Michael Corleone le devuelve el poder a su familia.
Los desencuentros entre Alejandro Alito Moreno y Carolina Viggiano con Miguel Osorio se presentaron en un impasse político de un golpe de Estado en el PRI. Por lo que la vieja guardia quedó proscrita como sucedió con Osorio Chong que, frente a la nulidad de negociación con Alito y Carolina, marcó su defección y exilio político.
No existe un argumento de forma y fondo para percibir a Miguel Osorio como un icono político en el PRI, a diferencia de su otrora correligionaria Carolina Viggiano, quien concentra una fuerza política notoria, inclusive en tiempos de hambre e inopia política como los que atraviesa el partido tricolor.
Ni Miguel Osorio Chong, ni Carolina Viggiano, ni Alejandro Alito Moreno pueden devolverle al PRI el poder perdido. Esto es una cuestión estructural de conducción orgánica de partido a la que sus lógicas políticas no obedecen.
Queda en el tintero Israel Félix Soto, que desprovisto de fuerza política en Hidalgo, palidece y no tiene mayores reflectores ni capital político para que su retorno al PRI marque un evento decisivo en las cenizas del partido tricolor.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
