Con crudeza debemos entender que esta pandemia no ha humanizado a los grupos de poder y sus élites. Si existe alguna medida de apoyo a los sectores marginados o desposeídos no es producto de un toque de conciencia o humanidad desgarrada, sino un paliativo para mantener las apariencias y el control social.
El capital financiero y la banca se encuentran timoratos no sólo de sus pérdidas, sino de un posible brote de conciencia social que exigiera reestructurar las reglas del juego económico y, por ende, el control político-jurídico.
En este trazo los apetitos del sistema capitalista no han disminuido y las grandes potencias profundizan la crisis de salud para que, de forma endogámica o exógena, sus élites sigan engordando y manteniendo el control de la riqueza mundial.
Es ingenuo asumir que los países ricos y sus organismos financieros, como el FMI, el BM y sus apéndices usureros de la banca internacional, van a condonar las deudas de los países pobres. Recordemos que cuando entramos al nuevo milenio se hizo esta petición vía el Vaticano y Naciones Unidas, pero en ambos casos era una simulación, jamás pretendieron ni pretenderán ayudar a los pobres; sólo son carroña para los buitres del poder, y quien no lo perciba de este modo es porque ya murió por el COVID-19.
Los apetitos de mercado están más vivos que nunca y las reglas del juego se redefinirán para establecer nuevas formas de control jurídico-político y económico, pero ahora tomando en cuenta las variables de salud como premisa de estabilidad económica, e inclusive para pluscapitalizar en tiempos adversos.
En términos estrictos, ¿a quién le importan los pobres? ¿Acaso no hemos visto cómo nos obligan a estar en nuestras casas sin ingresos mientras nos siguen cobrando intereses en nuestras tarjetas de crédito, siguen cobrando luz y agua, en inclusive impuestos de mierda a los que menos tienen? Y, por si fuera poco: ¿qué medida real y pertinente se toma en países ricos para proteger a la población desposeída ante la pandemia?
Lo que apreciamos son miles de muertos que pertenecen a sectores trabajadores de bajos ingresos, que se apilan en morgues sin que ninguna autoridad reconozca que no se hace lo necesario para salvar sus vidas.
Esta pandemia deberá registrarse en la memoria de la humanidad por la actitud miserable de las élites económicas y sus esbirros políticos que no son otra cosa que lumpen económicos, también conocidos como hambreadores sociales.
No nos equivoquemos: los apetitos del capitalismo pandémico sobrevivirán al COVID-19, mientras que los pobres morirán.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.