La Muestra Internacional de Cine nació en noviembre de 1971 como sustituta de la Reseña de Acapulco. El escenario escogido fue el emblemático cine Roble, situado en Paseo de la Reforma, en un sitio donde hoy legislan los políticos. El que haya 70 muestras es resultado de que, en algunos años, hubo muestra de primavera y otoño.
Era un auténtico acontecimiento, para el que se guardaban las mejores galas y en el que se escogía lo mejor de la cinematografía, con directores consagrados como Luis Buñuel, Ingmar Bergman, Akira Kurosawa y Federico Fellini, al lado de nuevos valores como Steven Spielberg y Woody Allen, quien, por cierto, se convertiría en el más asiduo, al participar en 23; en cambio, algunas de las películas seleccionadas no se exhibieron posteriormente, como Aquel que busca el puñado de oro, de Jiri Menzel.
Cada película se exhibía solamente un día en tres funciones. Como era difícil conseguir boletos para las mejores películas, era más recomendable comprar el abono.
La muestra se mudó posteriormente al cine Latino y luego al Internacional, para recalar en la Cineteca Nacional y en el Circuito Cultural, como ocurre actualmente.
Recuerdo momentos inolvidables en la muestra, como el portazo en el cine Roble con Barry Lyndon, que me obligó a ver la cinta de Stanley Kubrick sentado en el suelo sobre un chicle, o permanecer impasible ante un conato de incendio en el Latino, con Encuentros cercanos del tercer tipo; haber sido el primero en entrar a la función de Manhattan en el Internacional y ver cómo se llenaba la sala hasta el tope, o asistir al escándalo de la cinta mexicana El diablo y la dama, de Ariel Zúñiga, donde el público exigía la devolución de su boleto.
Cincuenta años, muchos recuerdos, pero un denominador común: el buen cine.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.