Una de las grandes promesas de campaña que favorecieron la posición de Trump frente al electorado y que fue decisiva para su victoria en las urnas, sin duda fue la aseveración de que en los primeros días de su gobierno pondría fin a la guerra ruso-ucraniana. Si bien, al hacer estas declaraciones, Trump puede parecer un pacifista, no es tan siquiera necesario que entre al poder para darnos cuenta de que esta idea se vislumbra muy lejana.
Es cierto que el nuevo presidente electo, cuyo triunfo fue avalado por el Congreso de Estados Unidos este martes, ha mantenido una posición en contra de que su país y otras potencias europeas sigan enviando apoyo militar a Ucrania, haciéndolo ver ante gran parte de la opinión pública estadounidense como el mismísimo Mahatma Gandhi; sin embargo, toda esa presión que Estados Unidos ha acumulado en el continente europeo para darle la victoria al país gobernado por Zelensky, parece que con esta nueva administración se seguirá ejerciendo pero esta vez en otras regiones del globo.
Así lo han demostrado las diversas y constantes declaraciones que ha venido realizando este tan despreciable personaje naranja, muchas de ellas afirmando que Estados Unidos tiene “derechos” en algunos puntos estratégicos para su economía o seguridad. En este sentido, Trump ha mencionado que el Canal de Panamá le pertenece a su país ya que ellos apoyaron para su independencia, o que el territorio de Groenlandia (perteneciente a Dinamarca) debería ser parte de Estados Unidos ya que es fundamental para hacer frente a la “amenaza rusa”, no contento con eso, también ha inferido en algún discurso que Canadá debería convertirse en el estado 51 de la potencia anglosajona.
Ante esta situación en donde vemos un Donald Trump simplemente absorto en la idea de expandir el imperio estadounidense, lamentablemente nuestro país no se podía quedar atrás. No sólo se mantiene latente la posibilidad de una invasión militar para “hacer frente” al narcotráfico, sino que ahora el presidente electo quiere expandir el control geopolítico a través de la modificación en la nomenclatura geográfica, estableciendo que cualquier mapa realizado en Estados Unidos el nombre “Golfo de América” sustituirá al ya conocido “Golfo de México”. Esta cuestión podría parecer un cambio insignificante, sin embargo, la intención es que dicho cambio de alguna manera legitime el tránsito de los estadounidenses por esa parte del mar, negando que gran parte está en los límites del territorio mexicano.
A este respecto, la posición que ha tomado la presidenta Sheinbaum ha sido simplemente impresionante. En cada una de las ocasiones en que Trump ha desestimado de alguna forma a nuestro país, la presidenta ha dado una respuesta rápida y contundente, pidiendo el respeto a nuestra soberanía e integridad de la nación. Lo único que esperamos es que dicha postura pueda mantenerse a la hora de definir mediante acciones la relación bilateral entre ambos países y que la presidenta no siga perpetuando la postura que tomaron otras administraciones en donde parecía que México siempre tenía miedo del Tío Sam.
Por: Carlos Nander
Estudiante de la disciplina de las Relaciones Internacionales en búsqueda de los posibles efectos que pueden generar dentro de nuestro país. Amante del conocimiento, la historia y el cine.